Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
Amigo Jesús: Los cristianos celebraremos durante los próximos días el misterio de tu nacimiento hace dos mil años en Belén de Judá. Interpretando los sentimientos de todos los miembros de esta Iglesia de Sigüenza-Guadalajara quiero agradecerte el que hoy sigas viniendo al mundo para compartir con nosotros las alegrías y las penas en los distintos momentos de la existencia y para ofrecernos el perdón y la salvación que sólo Tú puedes darnos en nombre del Padre. Como sabes muy bien, bastantes miembros de esta Iglesia diocesana celebran con gozo y con alegría tu primera venida, desean que compartas con ellos la mesa familiar y te abren la puerta del corazón para que entres y les regales los dones de la paz y del amor. Con profunda gratitud por el don de la fe, se acercan a los templos para actualizar sacramentalmente el misterio de tu nacimiento en la Eucaristía. SIGUE
Para otros hermanos, sin embargo, el hecho de tu nacimiento ha dejado de ser importante. Lo ven como un acontecimiento del pasado sin repercusión en el presente, han perdido la capacidad de abrir su mente a la trascendencia y viven con el corazón helado porque, en vez de buscar la felicidad y las respuestas definitivas a los interrogantes más profundos de la existencia en tu persona y enseñanzas, pretenden encontrarlas en la acumulación de bienes materiales, en la música que aturde, en el intercambio de regalos o en el consumismo desenfrenado. Para ellos pido que la claridad de tu luz les ayude a descubrir la grandeza de su vocación y misión.
En estos momentos, como Tú conoces perfectamente, todos estamos pasando por una profunda crisis económica que, en el fondo, viene provocada por el egoísmo, la corrupción y el olvido de la dignidad de nuestros semejantes. Desde la Iglesia y desde otras instituciones sociales intentamos paliar con dificultad las grandes carencias de aquellos hermanos necesitados de consuelo, amor y alimento. Sabemos que Tú te identificas con cada uno y consideras como realizado a tu misma persona todo lo que hagamos o dejemos de hacer con ellos.
Por eso, al tiempo que te agradezco los sentimientos de amor, solidaridad y entrega que pones cada día en el corazón de tantos cristianos y voluntarios, quisiera invitar en tu nombre a otros hermanos a sumarse a esta empresa. Los responsables de Cáritas diocesana me dicen que cada día comen en sus instalaciones unas trescientos hermanos y que el coste mensual de la comida de cada uno asciende a 120 €. Claro está que esta cantidad no incluye el trabajo abnegado de los voluntarios, cuyo valor es incalculable, y que Tú, buen pagador, sabrás recompensar con el ciento por uno aquí y en el más allá.
El año pasado invitaba a los hermanos sacerdotes y a otros cristianos con posibilidades económicas a entregar la paga de Navidad a Caritas para paliar las carencias de estos hermanos necesitados. No sé lo que pensarás Tú, buen Jesús, de esta propuesta, pues nos dices en el Evangelio: “Que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda”. No obstante, como también nos dices: “Que los hombres vean vuestras buenas obras para que glorifiquen al Padre celestial”, me atrevo nuevamente a pedir esta colaboración económica para que el amor a Ti y a los hermanos no se quede en bonitas palabras. La experiencia me dice que, de este modo, todos somos un poco más felices. Además, así también podremos decir con más sentido: ¡Feliz Navidad!
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara