El calvario secreto que Teresa Rivero vivió con José María Ruiz-Mateos. Cuando se cumple un año de la entrada en prisión de los dos hijos menores de José María Ruiz-Mateos, su viuda pasa horas bajas removiendo amargos recuerdos del marido: frecuentes ataques de ira que temían la esposa y los vástagos; la humillación de estos por las broncas ante las visitas; la madre, autoexiliada en el sótano; viajes del padre sin decir adónde ni hasta cuándo; un año sin comer en la misma mesa; ni unas vacaciones juntos… y dolorosas dudas sobre su fidelidad.
En su perfil de Whatsapp Teresa Rivero Sánchez-Romate (Jérez de la Frontera, Cádiz, 1935), viuda de José María Ruiz-Mateos, luce una fotografía de su marido y de ella cuando eran jóvenes. Quizá es su manera de mostrar la resignación y el perdón a los que la anima su catolicismo ferviente. Aquel gracejo inconfundible del que hacía gala en el palco cuando presidía el Rayo Vallecano (1994-2011) hoy se ha disipado, aplastado por las muchas penas que acongojan a la viuda de Ruiz-Mateos, fallecido a los 85 años en septiembre pasado. Las visitas a la prisión de Navalcarnero para ver a sus dos hijos menores, Álvaro y Javier, la sumen en una desesperación que jamás imaginó, según cuentan fuentes cercanas a la familia. Ni siquiera la religión puede borrar por completo su resentimiento hacia el imperio empresarial que dirigió su esposo y en el que embarcó a sus seis hijos varones. El final catastrófico de Nueva Rumasa arrastró a más de cuatro mil inversores, que perdieron sus ahorros en pagarés insolventes.Pero los negocios no son la única causa de los recuerdos amargos que estos días está removiendo la viuda. Cuántas veces escuchó decir a su marido “soy un gran pecador” antes de rezar el rosario. Hoy ella sabe bien a qué se refería, pero nunca lo reconocería en público, aseguran sus allegados, que explican que el lema de la matriarca siempre fue el de acatar las decisiones del cabeza de familia. Las sombras de su vida con José María Ruiz-Mateos vuelven al presente, como fantasmas que quieren ajustar cuentas, cuando Teresa Rivera se queda sola en el adosado de Aravaca donde vive desde 2014. “En la intimidad, muchas veces José María ninguneaba a sus hijos y a su mujer. No admitía que le llevaran la contraria. Montaba en cólera y a la mujer y los hijos les daba miedo verle –explican fuentes cercanas a la familia–. No se le podía rechistar. Abroncaba a sus hijos incluso delante de las visitas, y siendo ya mayores, y si alguien se atrevía a reporcharle su dureza, contestaba levantando el dedo: «Esto es como el ejército, hay que tenerlos firmes, que, si no, se sublevan»”.
http://www.interviu.es/padre desapegado. El patriarca de los Ruiz-Mateos fue un eterno ausente de la vida familiar. “Se dedicaba en cuerpo y alma a su guerra particular, es decir, a su venganza por la expropiación de Rumasa [en 1983] y a llamar la atención de la prensa; y después estaban su mujer y sus hijos”. No les faltaban dinero ni buenos colegios, pero les sobró también el extremo desapego del padre: “No es normal que jamás se fuera de vacaciones con su familia”, relatan las mismas fuentes. De hecho, sus hijos le proponían viajes para hacer todos juntos, “pero él respondía que no, que él no iba, que tenía cosas que hacer”.
Todos los secretos de los Ruiz Mateos aquí, en nuestra edición PDF.