INTERVIÚ Agresiones sexuales en los Sanfermines
Por
REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
jueves 21 de julio de 2016, 17:31h
Una extraña sensación en la entrepierna sacó de su sueño al veinteañero madrileño R. P. cuando descansaba de la parranda del chupinazo. Ocurrió a las tres de la mañana del 8 de julio, cerca de la residencia de las Oblatas de Pamplona. En su despertar, R. P. pasó del sobresalto al estupor cuando descubrió que un hombre le había sacado el pene y le estaba practicando una felación. De quién se trataba no sabe más que era español y de mediana edad, y que tenía una poblada barba.
Con tan escuetas pistas lo buscan las policías nacional, foral y local de Pamplona, pues la denuncia del turista activó el protocolo de pesquisas de una agresión sexual. Investigadores especializados han incautado el saco de dormir en el que descansaba R. P. –sobre el saco, no dentro, porque esa noche hacía calor– en busca de pruebas biológicas.
Por insólita que sea, esta es solo una más de las trece agresiones sexuales denunciadas que este año han enturbiado las fiestas de Pamplona, y contra las que han convocado una manifestación grupos feministas navarros. Todas las demás tienen a una mujer como víctima. Por la más grave, cinco sevillanos están en prisión a la espera de que se aclare su implicación en la violación de una mujer a la que encerraron en un portal.
La agente de la Policía Local de Pamplona Maite González Gabari ha sido una de las víctimas de los ataques machistas. En su caso, además, trabajando y de uniforme. El pasado día 9, a las 20.30, en la calle San Nicolás, Maite formaba parte de una patrulla de seis policías. “Íbamos a parar una pelea en el bar Cocina Vasca”, relata. Los seis andaban en fila india entre la multitud. “Y yo iba la última”, añade González. Quizá por eso un francés, Valentín Martin Duvignau, se atrevió a echarle mano a un pecho.
La agente se revolvió y lo inmovilizó. Un policía de paisano la ayudó a apartar al gentío. La sentencia que, al día siguiente, condenó al agresor a cuatro meses de prisión y al pago de 1.000 euros de indemnización a la agente, estima como atenuante que el hombre estuviera borracho. “Algo había bebido, pero en absoluto tenía anulada su percepción de la realidad”, relata Maite González.
La agente conoce bien este tipo de incidentes. De uniforme es la primera vez que le pasa, “pero no es la primera, desgraciadamente, yendo de fiesta de paisano. Y siempre en San Fermín. Aquí cualquier chavala que ha salido por ahí con sus amigas ha sentido que le tocaban el culo o una mama, y, en medio de la marabunta, no ha podido hacer nada”.
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