Carta semanal del obispo: “Sor Isabel de la Trinidad”

El sábado, día 1 de octubre, celebrábamos con profunda alegría el encuentro del Pueblo de Dios en el Colegio Diocesano “Cardenal Cisneros”. La oración comunitaria y la convivencia fraterna nos ayudaron a profundizar en los objetivos pastorales y en las líneas de acción, a las que hemos de prestar especial atención durante el próximo curso pastoral para impulsar la acción evangelizadora en la diócesis y en las parroquias. A los organizadores del encuentro y a cuantos habéis participado en el mismo mi saludo agradecido por vuestra presencia activa.

Los cristianos sabemos que, para colaborar con el Señor en la misión evangelizadora y para que los proyectos evangelizadores no se queden en papel mojado, es preciso avanzar en el camino de la conversión a Dios y en la conversión pastoral. Esto nos obliga a revisar nuestra interioridad y a profundizar en la misma pues nuestra vida está en Dios. En Él vivimos, nos movemos y existimos. Si falta esta mirada interior, nos quedamos sólo en la contemplación de las dificultades, en la tristeza, en la crítica amarga y en la práctica de una pastoral de mantenimiento.

Nos han acostumbrado a mirar hacia fuera para analizar la realidad, para descubrir los problemas y para buscar soluciones a los mismos. Esto es bueno y necesario, pero existe el peligro de que nos quedemos sólo con esta mirada hacia fuera, olvidando que antes hemos de mirarnos por dentro para descubrir quiénes somos, para aceptar nuestros límites y para asumir con gozo la evangelización. Quien no sabe mirarse por dentro con la mirada compasiva y misericordiosa de Dios, está incapacitado para mirar hacia fuera sin recelos, miedos y suspicacias.

Los santos, con su estilo de vida y con sus enseñanzas, nos recuerdan que es necesario practicar el camino de la interioridad para vivir la santidad en la vida ordinaria, para penetrar en lo nuclear del Evangelio y para ser testigos del Amado en medio del mundo. Concretamente, en estos días, la Iglesia nos invita a poner la mirada en el testimonio de la Beata Isabel de la Trinidad que, si Dios quiere, será canonizada por el papa Francisco el próximo día 16 de octubre.

Esta monja, que ingresó en el convento de las Madre Carmelitas Descalzas de Dijon (Francia), el año 1901, y que pasó a la casa del Padre cuando sólo tenía 26 años de edad, llegó a la profunda convicción de que Dios llama a todos a su amistad, porque ofrece a todos su amor y pide a todos por igual una respuesta de amor. A partir de esta experiencia personal, Sor Isabel confiesa que “la vida de muchos cristianos cambió radicalmente el día en que se dieron cuenta de que el Dios en quien creían y al que oraban –o el Dios en quien no creían y al que no rezaban- era un Dios muy cercano, que vivía muy cerca de ellos, en lo más profundo de su ser. A veces el Señor se les revelaba desde dentro, haciéndoles experimentar su presencia”.

Esta experiencia personal, siendo aún muy joven, marcó la existencia y el destino de Sor Isabel de la Trinidad. Una vez que asume que Dios habita en su corazón y progresa en el conocimiento de su voluntad, ya no dejará de animar a otros a recorrer el mismo camino. Asume con profundo gozo que, por encima y antes de las actividades exteriores, es preciso perfeccionar y reconstruir lo más profundo del propio ser, pues Dios nos ha escogido para que vivamos en El y para que nos santifiquemos en el amor.

Teniendo en cuenta que todos necesitamos cultivar la interioridad, antes de programar las actividades pastorales para el próximo curso, miremos a nuestro interior, escuchemos la voz de Dios y seamos dóciles a la acción del Espíritu en nuestra vida. Así encontraremos la luz y la fuerza para orientar la existencia personal y la acción evangelizadora de la Iglesia de acuerdo con el querer de Dios y no según nuestros gustos o criterios personales.

Con la bendición de Dios, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara