Se mueven las hojas arrulladas por la suave brisa que sopla desde el cielo.
Mira absorta su baile descompasado aunque hermoso mientras saborea lentamente el vino que como un bálsamo aletarga sus pensamientos.
Un gato negro pasea por el jardín, interrumpiendo su ensoñación cuando fija sus ojos amarillos en ella. Un escalofrío recorre todo su cuerpo, un mal presagio hiela su corazón a pesar del fuerte calor de ese atardecer de verano.
Lo ve acercarse, su pelo azabache oscurece el cielo, sus ojos negros y turbios lo convierten en un lobrégo infierno. Mientras camina hacia ella su media sonrisa exhala palabras mentirosamente dulces.
Su sombra alargada eclipsa la suave luz de la tarde envolviendo todo en tinieblas.
Da un paso atrás alejándose de él pero tropieza y cae paralizada por el miedo.
El la sujeta y la besa. Pero el beso no es tal, sino una dentellada inhumana y mortal en la tierna piel de su cuello.
No deja que se derrame ni una gota de sangre, la devora toda con el ansia propia de un canibal.
Se rinde y muere vaciándose poco a poco mientras sigue observando y envidiando el danzar de las hojas, que ajenas a cualquier maldad se mueven libres, felices, despreocupadas.
Natalia Sanchidrian Sainz