El arco de la Plazuela del Doncel ha sido elegido el más bonito en una de las fiestas tradicionales más hermosas del año, como es la de San Juan en la ciudad de Sigüenza, declarada de interés turístico provincial. Además de los tres ganadores, han participado también en el concurso los de la Residencia Saturnino López Novoa, el del Barrio del Tinte y el del Barrio de los Herreros. Todos ellos han recibido una gratificación de sesenta euros en reconocimiento a su esfuerzo, mientras que los tres ganadores, además, se llevaron un bellísimo grabado del Taller Medieval de Sigüenza.
En la entrega de los premios a ganadores y participantes que tenía lugar ayer, a partir de las once de la noche, en la Plaza Mayor, la alcaldesa de Sigüenza, María Jesús Merino, definía la de San Juan como una “fiesta de todos los cinco sentidos, que nace del pueblo y que se disfruta en las calles de la ciudad, oliendo a cantueso o sanjuanera, escuchando la música de la dulzaina y del tamboril, y degustando la limonada”. Merino se mostraba además, agradecida, pues recibía la enhorabuena de cientos de vecinos después de su reciente investidura, “en lo que ha sido un momento entrañable, que me ha hecho aún más consciente de la importancia de nuestra acción de gobierno”, señalaba anoche.
El jurado que ha fallado los premios lo presidió Conchi Huelves, concejala del Ayuntamiento de Sigüenza, y estuvo integrado por un total de nueve miembros de las diferentes asociaciones de la ciudad. Todos ellos, junto con los dulzaineros de Sigüenza, recorrieron los seis arcos de este año, en una tarde de calor y humedad, que diseminaban aún más el olor del cantueso por las calles de la ciudad del Doncel. Precisamente fue Huelves quien se encargó de presentar la entrega de premios, en el descanso de la actuación de la Rondalla de Sigüenza, como siempre, multitudinaria y muy aplaudida.
A partir de las seis y media de la tarde, la música salía de la Plaza Mayor, envolviendo la visita del jurado, en dirección al primero del recorrido, el de la Residencia Alameda. Sonaba la jota, calle abajo, por Cardenal Mendoza y, al llegar al primero de los arcos, la primera Sanjuanera, la copla típica de esta fiesta. No fueron pocos los que se arrancaron a bailar, en el recibidor que tiene a las puertas el edificio, donde cada año se construye el arco. Para los mayores que allí viven, la de San Juan es siempre una fiesta especial. Daniel Santos, terapeuta ocupacional, contaba ayer que cuando se acerca el momento, los abuelos preguntan y se interesan por la confección del arco. Así, también en 2019 han buscado un argumento que le diera sentido a todo su trabajo. Este año ha sido la representación de la Plaza Mayor, con sus siete arcos, en este caso todos forrados de chopo, y también en la confección de un toldo, para que todos los residentes pudieran salir a la calle a disfrutar de la fiesta. Lo habían decorado con unas hermosas flores de plástico reciclado. En el centro del altar, la imagen de San Juan, pintada hace años por un residente, con la que le hacen un homenaje. Para ellos fue el segundo premio del concurso.
Desde allí, por la Avenida de Madrid, el sonido de las dulzainas y del tamboril se trasladaba a la otra residencia que ha participado, la de Saturnino López Novoa. En este caso, Esperanza Juberías, su terapeuta ocupacional, contaba que, como ocurre en el caso La Alameda, también ellos han buscado un hilo conductor, que ha sido el 850 Aniversario de la Consagración de la Catedral. “Hemos integrado San Juan con el aniversario”, explicaba. El arco, además de la estructura típica de chopo y flores de plástico, contaba también con unas vidrieras hechas de celofán de colores, además de grandes motivos florales a lo largo del patio rectangular de la residencia. “Para nuestros mayores, fabricar el arco supone una gran ilusión; les motiva, y por eso, empleamos mucho tiempo en ello”. El personal de la residencia y algunos voluntarios, les acercaban las ramas para forrar los arcos y la sanjuanera, de manera que el lugar tenía ese olor tan característico de esta fiesta cuando sonaba la dulzaina.
Subiendo por la Bajada de San Jerónimo, hacia el barrio del Tinte, el jurado se encontraba con sus vecinos, que habían preparado, en el mismo rincón de cada año, su arco, siempre parecido, pero nunca igual al anterior. Asunción Villareal, vestida de sanjuanera resumía los pasos necesarios para su construcción. “Lo primero es robar las rosas, como manda la tradición. Lo hicimos el viernes, para no despertar sospechas el sábado, cuando hay más vigilancia”, contaba con humor. El sábado, los vecinos del barrio hacían el acopio de las ramas de chopo necesarias y erigían la estructura. Y, por último, lo vestían, siempre con el cuadro de San Juan niño propiedad de Ana, la vecina más mayor del barrio. Asunción también bailó en la actuación de La Rondalla Seguntina que culmina la fiesta en la Plaza Mayor. “Es uno de los días más bonitos del año, la fiesta del barrio en la que todo el mundo se implica”, terminaba.
En el corazón de la ciudad medieval estaba el Arco del Barrio de los Herreros, construido en un recoleto rincón de la ciudad, donde la estrechez del paso acentúa el olor dulce, típico de esta tarde tan bonita. Allí, los dulzaineros de Sigüenza se unían a los de la Travesaña, para tocar, a ocho gaitas y cuatro tambores, cómo no, la Sanjuanera. Es este un arco recuperado, de nueva tradición, que construyen un grupo de amigos jóvenes de la ciudad.
Dos grandes cejas de chopo, tenían en el centro el cuadro de San Juan, comprado por los vecinos para tenerlo en propiedad y presidir su centro ya en cada edición. Como en todos los casos, las rosas “se roban con nocturnidad y alevosía”, decía Patricia Rodrigo, igualmente vestida de Sanjuanera poco antes de ponerse a bailar, frente al arco del barrio. El grupo de amigos pasa unas jornadas de alegría, comiendo en plena calle y disfrutando de la tradición.
Por supuesto, no faltó a su cita con la fiesta el arco del barrio de San Juan. Anabel Bellón es una de las jóvenes que disfruta de esta tradición que reúne a medio centenar de personas del barrio. Siempre originales, suelen construirlo en una escalinata que hay en el centro de la Plaza, que es perfecta para que luzca hermoso y elegante, como ha sido el caso. Como base, habían puesto unos cubos, llenos de arena de obra, para sujetar la estructura. De fondo, tela blanca, siempre con guiños azules y rojos a los colores de Sigüenza. La bonita estructura quedó forrada de ramas de chopo, y decorada con rosas, también amablemente sustraídas. “Hay que llevar cuidado, porque algún vecino siempre te echa la bronca”, contaba divertida Anabel. Cuando se acercaba el jurado, los niños del barrio pedían su “perrilla para el arco de San Juan”. Con lo recaudado, hacen una merienda, como por otra parte es costumbre en todos los barrios participantes. Para ellos fue el tercer premio.
El último arco visitado, fue el primer clasificado. Los vecinos del barrio de San Vicente decoraron toda la Plazuela del Doncel, con una bella alfombra de flores en su centro, que hacía aún más bonita la estampa de la Casa del Doncel. A ambos lados de la Plaza, los vecinos habían confeccionado dos arcos preciosos, con todos sus elementos típicos. Cuando llegó la música, decenas de seguntinos se animaron a bailar, rodeando la alfombra florida. En la Plazuela del Doncel, “lo más bonito es la ilusión de los niños”, decía Pedro Gomez Picazo, uno de los participantes. Allí, la de los Arcos de San Juan es una fiesta vecinal intergeneracional en la que todo el barrio disfruta junto, fabricándolo, pero también compartiendo unos días especiales. Precisamente fueron los niños del barrio quienes recogieron el premio de manos de la alcaldesa de Sigüenza, María Jesus Merino.
Fallo del concurso de Rincones floridos
Igualmente se entregaron los premios de los rincones floridos más bonitos de la ciudad de Sigüenza, que este año han correspondido a Rita Rodríguez, por la decoración del patio de la parroquia de Santa María; a Juani Bermejo, por la decoración de su fachada, en la calle Mayor, 12, y a Ana Rodrigo Pastor, por la decoración del Molino de los Aguilares, en el Paseo de las Cruces, 33.