A continuación se reproduce, por su interés, actualidad y repercusión, el editorial del diario El Mundo de este domingo referente a la crisis del coronavirus.-
Una nación unida, un Ejecutivo roto e insolvente
La insolvencia, lentitud y descoordinación que ayer acreditó el Gobierno acentúa la incertidumbre de los españoles por el coronavirus y coloca a Pedro Sánchez frente a la crudeza de una realidad ajena al márketing oportunista. El Consejo de Ministros que aprobó el estado de alerta -anunciado 24 horas antes- derivó en una tensa reunión como consecuencia de las discrepancias entre el PSOE y Podemos. Ello obligó a posponer la declaración institucional de Sánchez en la que detalló las medidas y a aplazar a hoy la conferencia de presidentes autonómicos.
Teniendo en cuenta la gravedad de la emergencia nacional que atraviesa España y el hecho de que se hayan disparado el número de contagios, resulta inaceptable y profundamente irresponsable que el Ejecutivo se muestre incapaz de operar con la rapidez y la determinación que exige una crisis de efectos imprevisibles. Máxime si median razones de pugna partidista entre los partidos que sustentan al Gobierno y un egoísmo tan irracional como esperado por parte de gobiernos autonómicos como el de Cataluña o el País Vasco. El ansia de Pablo Iglesias, quien ayer rompió su cuarentena para asistir a la reunión del Gabinete, de tener un mayor margen de poder en el estado de alerta dilató la aprobación de un instrumento fundamental para detener la propagación del Covid-19. A ello se suma la deslealtad de Torra y de Urkullu, renuentes a que las competencias de Salud e Interior recaigan en un mando único, tal como finalmente refleja el decreto del estado de alarma. Este instrumento, que contempla el artículo 116 de la Constitución, llega tarde pero contiene medidas acertadas e imprescindibles. El real decreto impone el confinamiento de los españoles en sus casas -salvo para trabajar y urgencias- y sitúa a todas las autoridades del Estado y a todos los cuerpos de seguridad a las órdenes del Ejecutivo. Además, se ordena la centralización del sistema nacional de salud y se decretan servicios mínimos en el transporte. «Las medidas son drásticas y van a tener consecuencias", alertó Sánchez. Corrigiendo a lo afirmado por la ministra de Economía hasta ahora, admitió que el daño económico será "grande". Asimismo, reconociendo de forma implícita la insuficiencia del plan de choque aprobado el jueves, avanzó de forma vaga más medidas para garantizar la liquidez y el respaldo a las empresas para "amortiguar" los efectos en el mercado laboral.
España es el segundo país de la UE con más contagiados por coronavirus. La pandemia continúa al galope, mientras el conjunto de las administraciones públicos reclaman a la ciudadanía un esfuerzo de confinamiento y de contención de su vida social para atajar la epidemia. En este trance, resulta descorazonador asistir al espectáculo de división interna y de insolvencia de un Gobierno desbordado por el calibre de una amenaza que minusvaloró desde el primer momento. El Consejo de Ministros, que ayer duró siete horas, debe ir precedido de una discusión técnica previa en órganos inferiores. Es obvio que la falta de cohesión entre PSOE y Podemos, y la estructura ministerial de un gobierno pensado para el eslogan, no para la gestión, dificultan la toma de decisiones. Esta parálisis resulta especialmente lacerante en momentos críticos. La falta de reflejos de las principales autoridades está llevando a algunas comunidades autónomas, como hizo ayer Andalucía al elevar el nivel de emergencias, a adoptar medidas que exceden los lentos pasos dados por Moncloa y Sanidad. Hasta el jueves pasado, las autoridades sanitarias y de emergencias habían restado alarmismo a la extensión del coronavirus, dando por hecho que ésta se situaba bajo control. La virulencia de la epidemia ha superado por completo la capacidad de un Gobierno que, de forma temeraria, permitió la manifestación del 8-M pese a que la UE había advertido de la contraindicación de autorizar concentraciones multitudinarias.
En este contexto, la colaboración ciudadana resulta clave. La policía tuvo que diluir ayer la aglomentación en parques y en zonas recreativas como la sierra de Madrid. Ello contrasta con el extraordinario coraje de los servidores públicos y con la conducta cívica de la mayoría de ciudadanos. España es un gran país que, como aseguró Sánchez, sabrá sobreponerse a los efectos del coronavirus, tanto en el ámbito sanitario como económico. Pero no lo hará gracias a un Ejecutivo roto e inoperante, sino por la capacidad de superación y la unidad de una nación que saca lo mejor de sí misma en las peores circunstancias. Es la hora, recurriendo sin vacilación a las previsiones constitucionales, de la unidad, la determinación y el liderazgo.