Los versos sueltos de Natalia : Deja de ser mar
miércoles 26 de agosto de 2020, 07:35h
Antes de alcanzar la orilla las olas rompen en sus cuerpos desnudos. Resbala el agua por sus pieles como si fueran de aceite. Su caricia impetuosa y mojada les sobra. Tienen sus propias manos, sus dedos, sus besos, que se multiplican por diez cada vez que están juntas.
Le aparta el cabello, que hace juego con la oscuridad, para besar su cuello largo, suave, femenino.
Sus melenas castañas y rebeldes se enredan por culpa del viento brusco de la noche atándolas aún más, cosiéndolas sin pretenderlo.
Bucea para acariciar su interior que la espera con ansiedad, con las puertas abiertas de par en par. Dentro de ella su lengua enloquece, sus labios también. Le sabe salada como el océano y dulce como el caramelo al fundirse poco a poco en la boca.
Se juntan sus ganas con la furia del mar y llega al mismo tiempo que la ola más salvaje muere en la orilla después de lamerla con rabia.
Las palabras de amor se extinguen cuando alcanzan sus bocas ocupadas por gemidos ahogados.
Una gaviota trasnochada hace coros a sus suspiros y sin saberlo compone una sonata a tres.
El reflejo del claro de luna las persigue para contagiarse de pasión y aliviar un poco su vida en soledad.
Lontananza un pequeño barco pesquero se olvida de faenar y las observa imaginándose un cuento precioso de amor sin fin.
La corriente las arrastra mar adentro cuando entrecruzan sus piernas para amarse.
Las olas las juntan sin moverse, acariciandolas, palpándolas, haciendo el amor con ellas, y el mar deja de serlo, para transformarse en la mar, mujer, erotica, sensible.
Ronronea la marea y se calma mimosa, escondiendo su lado oscuro, masculino y salvaje hasta que llega el alba y saciadas se marchan para tumbarse en la arena fría y húmeda del amanecer.