En los corrillos del café, esta semana escuché un encendido debate sobre el peso que habrán tenido en esa decisión sus portadas en la prensa nacional e internacional o las injustas acusaciones que los medios sensacionalistas vertieron sobre ella, acusándola de “desconcentradora” oficial de La Roja. Pero esa tertulia rara vez salta a los medios de comunicación, quizá por el miedo a escuchar un recurrente... “lo que sucede es que a Sara le tienen envidia porque es muy guapa”.
G uapa es, sí señor, muy guapa. Habla de deporte, no cabe duda, y se expresa ante la cámara con elegancia y reposada claridad. Algo pija, eso sí, pero claridad al fin y al cabo. Sin embargo, aún no he escuchado a nadie describir sus cualidades periodísticas, las que le diferencian de tantos otros periodistas deportivos, de esos a los que yo daría mi Antena de Oro: esos que pelean contra condiciones adversas, pocos medios técnicos y salarios miserables, cada vez más alejados del ya casi utópico mileurismo; esos periodistas camaleónicos siempre dispuestos a enfrentarse a retransmisiones imposibles, que apenas recuerdan cuándo fue su último día de descanso y que parecen meterte la pasión en el cuerpo sólo con escuchar su voz. Me rendiré ante ti, querida Sara, el día que descubra a la periodista. Mientras tanto, mi Antena de Oro es para ellos.◆