El 12 de octubre José Bretón ya era el único sospechoso de la desaparición de sus dos hijos, Ruth y José, denunciada por él mismo cuatro días antes. Un inspector del Grupo de Homicidios de la UDEV Central llevaba un par de días jugando una partida de ajedrez psicológica con él: se había convertido en su confidente, le daba confianza y tranquilidad, con la esperanza de que le acabase confesando el paradero de los pequeños. Y, sobre todo, observaba todas y cada una de sus reacciones, que luego plasmó en un escalofriante informe. En esa diligencia se da cuenta de cómo el día 12, en el registro de la casa de su padres, los agentes hallaron una receta firmada por el doctor Guiote, fechada el 27 de septiembre de 2011, apenas unos días antes.
El policía describe el momento del hallazgo: “ Él está delante, le observé y no pareció afectarle ese hallazgo, se mostró en apariencia tranquilo ” . Sin embargo, poco después, Bretón cambió su actitud, según el informe del policía: “ Pasaron unos minutos y vamos al salón, estamos varios funcionarios recogiendo un ordenador y ahí me percaté de que José Bretón estaba pegado a la pared, tenso, como si se le desencajara la mandíbula, con una mirada perdida. Me dirigí a él y le pregunté: «¿Dónde están los medicamentos?» . Y dijo que no lo sabía ” . Esos fármacos –Orfidal y Motivan, dos potentes ansiolíticos– no aparecieron en ninguno de los registros y los investigadores siempre sospecharon que fueron empleados por Bretón para adormecer o asesinar a sus hijos. Tras la confirmación de que el criminal quemó a sus hijos en una pira en la finca familiar, los agentes tienen la certeza de que Bretón usó los medicamentos para dar una muerte dulce a sus hijos. En niños de dos y seis años, como José y Ruth, los efectos de esos fármacos en bajas dosis son necesariamente letales.
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