Al toro siempre ha ido asociada una imagen de fiereza. Un instinto natural que, junto a su imponente físico, lo ha convertido en un animal mítico. Para que ese instinto no derive en mero genio, que es la agresividad del manso, o en mansedumbre pura y dura, y se convierta en bravura, es necesaria la intervención de la inteligencia del hombre.
La bravura es una meta y un camino recorrido durante siglos para el difícil arte del toreo. La simbiosis entre los dos es la que posibilita su pervivencia, la de todos sus miembros, su hábitat y entorno, su cultura y su economía.
Conocer cuáles son los métodos y procesos de selección que ponen en práctica los ganaderos de bravo para su consecución nos ayudará a conocer mejor su compleja alquimia y algunas de sus claves.
La tienta: prueba de la bravura
La tienta es el aula primera donde el ganadero, con la inestimable ayuda del mayoral -la persona que más tiempo dedica a la observación de los animales, a su alimentación, crecimiento y comportamiento en el campo-, y cada vez más de la ciencia, prueba y valora el comportamiento de cada animal, su bravura. Es un examen anual de todas las hembras y algunos machos nacidos en una camada para su aprobación o no como madres o sementales. Del acierto en esta evaluación y el posterior enlotamiento de determinadas vacas con determinados toros, de acuerdo con toda la información que atesora sobre la ganadería (libros genealógicos, experiencia, programas informáticos, datos genéticos…), depende el éxito o el fracaso en la plaza de toros, ante el público juez: el examen final de la bravura.
La edad y el tiempo
Los animales, ya sean hembras o machos, se tientan generalmente en invierno y en primavera, para evitar los rigores del verano, de erales para utreros. Es decir, cuando tienen de dos a tres años. Es a esa edad cuando, en plenitud de facultades físicas, es posible evaluar correctamente su morfología y cuando sus carácteres de comportamiento están más definidos. Como dice el ganadero Fernando Domecq: “es cuando me recuerdan más al toro”. En la edad de los animales de tienta pueden influir no obstante su tiempo de desarrollo, derivado de las características de cada finca, de su climatología y de la calidad y valores nutricionales de sus pastos (casi en el 100% de las ganaderías, la alimentación de las hembras es enteramente natural). Algunos ganaderos prefieren tentar las hembras más jóvenes con el fin de poder evaluar rápidamente los resultados de la selección. Pero esta premura implica un mayor riesgo de error.
Tentadero a campo abierto
Existen varios tipos de tienta: a campo abierto y en plaza. El tentadero a campo abierto, orientado hacia la selección de la bravura y no como especialidad deportiva, se realiza solo con machos, y precisa de largos correderos delimitados y jinetes experimentados. Permite, sin torearlos, medir algunos comportamientos de los animales que luego se lidiarán en plazas de toros. Dos jinetes, el amparador a la izquierda y el garrochista a la derecha, persiguen al animal siguiendo su querencia natural (el lugar donde se siente más protegido) hasta la mitad aproximada del recorrido, donde el garrochista, apuntando con la garrocha (palo largo) a la penca del rabo, lo empuja y derriba. Entra en escena entonces, situado a contraquerencia (unos veinte metros antes), un picador a caballo con una vara de tientas (el castigo de este tipo de vara es mínimo). En los dos encuentros que normalmente se practican entre el macho y el picador, se puede evaluar la prontitud del animal en la acometida, el tipo de embestida, su galope, pujanza y fijeza… si mete los riñones y la cabeza debajo del peto o embiste con la cara alta, si sale huido del envite… Al no torearse al animal, no es ni de lejos un examen tan completo como el de la plaza de tientas, pero permite distinguir, entre otros, algunos de sus rasgos más evidentes de bravura o mansedumbre. Esta suerte de tienta es un espectáculo de una belleza y emoción singulares que practican solo algunos ganaderos, entre los que cabe destacar a Álvaro y Borja Domecq, Manolo González o el exmatador de toros y hoy gran ganadero José Miguel Arroyo, Joselito.
En la plaza de tientas
Cada ganadería cuenta con al menos una plaza de tientas. Aunque existen plazas cuadradas, como en el caso de la ganadería de Miura, o exagonales (Conde de la Corte), suelen ser recintos circulares cerrados. Construidas en piedra, en ladrillo encalado o en hormigón armado, existen auténticas maravillas arquitectónicas llenas de historia. La mayoría no están techadas, y tienen un diámetro de ruedo que va de los treinta a los cuarenta metros aproximados de diámetro. Cuentan con muros o barreras (en el caso de que tengan habilitado un callejón), cuatro burladeros o troneras para la protección y paso de los que intervienen directamente en la lidia y un palco, cubierto, elevado o no, para los ganaderos. Muchas tienen además palco o gradas para invitados. El animal sale a la plaza por la puerta de toriles y tiene una salida al campo por otra, generalmente un portón más grande, por donde también entra y sale el picador. En estos recintos se realiza la tienta de machos y de hembras. Para la prueba de sementales, cada ganadero quema un determinado número de toros (entre cinco y veinte o más, dependiendo de la ganadería). Como una vez toreados ya no son aptos para su lidia en festejos, generalmente solo se evalúa su comportamiento en el caballo. Dos o tres personas, toreros y/o vaqueros, llaman la atención del animal con unas sencillas ramas, para colocarlo y fijarlo frente al caballo de picar, o sacarle del encuentro. De su comportamiento en las sucesivas acometidas y embestidas al caballo de picar, dependerá que se decida torearlo buscando un posible semental, o que se le devuelva al campo para su posterior lidia en plaza de toros. Se coloca al toro a contraquerencia (opuesto al toril y frente al picador) a mayor o menor distancia, en función de su bravura. Los buenos ganaderos suelen ver pronto a los animales, y no precisan colocarlos innumerables veces para que acometan al caballo. Entre tres y seis veces son suficientes. Si el ganadero canta: “¡Visto, puerta!”, el animal vuelve directamente a la dehesa. Si dice: “¡Qué lo toreen!”, entra el torero en acción. En el caso de las hembras, aunque con el toro la exigencia es aún mayor si cabe, la tienta es bastante similar. Eso sí, se torean todas. En una ganadería de tipo medio-alto puede representar la prueba de más de cien animales al año. Se tientan de seis en seis, ocho y hasta viente seguidos.
Valores de medición
Cada ganadero marca la impronta de su ganadería, y es posible reconocer diferencias evidentes en tipo y comportamiento dentro de vacadas con un mismo origen. No obstante, y sin prejuicio para la variedad, los avances en la ganadería de bravo, desde la experiencia, las metodologías contrastadas, los estudios realizados, los aportes científicos en el análisis de ADN, la valoración de la transmisión de caracteres, heredabilidad, etcétera, están orientando la selección hacia una escala de evaluación estandarizada. En este baremo ha sido fundamental, entre otros, el trabajo realizado por el ganadero Juan Pedro Domecq, tan denostado por algunos sectores de la afición, y el de veterinarios como los doctores Javier Cañón, Juan Carlos Illera o Rafael Cabrera.
Distinguiendo entre morfológicos y de comportamiento -pero también buscando su relación-, en la tienta se miden un gran número de carácteres.
Las fichas de los ganaderos y sus notas recogen aspectos morfológicos sobre la conformación de la cabeza, la cornamenta, el cuello, el tronco (pecho, caja torácica, altura, longitud…), su grupa o culata, sus miembros delanteros y posteriores (manos y pies), sus tamaños y proporciones.
Bajo, alto de agujas, hondo, basto, fino, descolgado… son solo algunos de los términos acuñados por los profesionales del toro para evaluar lo que llamamos las hechuras del animal. Son valoraciones que tienen una gran importancia a la hora de determinar unas aptitudes motoras y reproductoras de un animal, y que inciden de manera determinante en su comportamiento.
En lo que se refiere a este, a la bravura propiamente dicha, en la tienta se evalúan rasgos positivos y negativos que valoran su fijeza, movilidad, acometividad, embestida (al caballo y a los engaños), fuerza, nobleza y fiereza. El ganadero observa si el animal remata en tablas, si galopa o gazapea, si acomete con prontitud al quite o tardea, la distancia y el modo de embestir, su pujanza en el caballo… su ritmo, seriedad, el brío, recorrido y repetición en los engaños, la duración o numero de muletazos que admiten, si se crece en el castigo, si repone, se acuesta, va a más o a menos…
La tienta, como la lidia actual (su anális pormenorizado no cabe en esta sencilla presentación), en la búsqueda de la bravura, requiere de la observación de todos estos y otros comportamientos, en el caballo y en la muleta del torero.
Los toreros
Los toreros, que aprovechan los tentaderos para su entrenamiento y puesta a punto, son fundamentales para que el ganadero pueda medir correctamente las aptitudes de sus animales. Pero, aunque generalmente todos los matadores son diestros en estas labores, los más famosos e importantes no son siempre los más idóneos para esta práctica. Como dicen no pocos ganaderos, algunos son tan buenos que no dejan ver los defectos de los animales. Son conscientes de esta necesidad figuras como José Tomás o El Juli, y han sido también muy queridos por criadores importantes otros como Marismeño, Manolo Cortés, Manili...
El ritual del tentadero, el hecho social y el taurino
Desde la llegada a la finca de los toreros e invitados hasta que los vaqueros a caballo apartan los toros o las vacas con los bueyes y se enchiqueran en los corrales, el café o aperitivo y la breve charla previa, mientras los toreros se visten de corto ayudados por sus mozos de espadas, el desarrollo de las faenas y el posterior intercambio de impresiones, la tienta está envuelta en un halo casi místico y ritual. Al fin y al cabo se trata de perpetuar, intuir o inventar el futuro de una especie. Las voces del campo, los comentarios en voz baja, los olés de reconocimiento en el entorno pausado de la naturaleza, todo invita al respeto y la admiración.
Los ganaderos y toreros pueden aprovechar también para estrechar o establecer relaciones, y los tentaderos son a veces un buen motivo para reunir a amigos y familiares. En ocasiones especiales se pueden incluso vivir como fiesta, con comidas, cante y guitarra. Pero lo fundamental, el hecho que los determina, es la búsqueda y selección de la bravura.
Ateniéndonos a los resultados en corridas (el examen final), interesa hablar próximamente con ganaderos como Juan Pedro Domecq y Victorino Martín hijo, o con José Miguel Arroyo, Joselito, y Álvaro Núñez del Cuvillo, sin duda el ganadero de mayor éxito en los últimos tiempos. ◆