Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
Miércoles 22 de octubre de 2014
Recientemente el Observatorio Cardenal Van Thuân publicaba el cuarto informe sobre la Doctrina Social de la Iglesia en el mundo. En la presentación de dicho informe, Monseñor Giampaolo Crepaldi, Arzobispo de Trieste y principal responsable del mismo, señala los hechos especialmente significativos desde el punto de vista social, político y económico, que chocan con la Doctrina Social de la Iglesia, y presenta los nuevos desafíos para la comprensión de la persona en el futuro. El título del informe ya resulta especialmente llamativo, puesto que habla de “la colonización de la naturaleza humana”. Con este enunciado pretende llamar la atención de los responsables políticos SIGUE
Y de toda la sociedad sobre las fuertes presiones internacionales que se están ejerciendo durante los últimos años en países de América Latina para que cambien sus tradicionales legislaciones sobre la familia, la vida y la procreación, apoyándose para ello en la ideología de género.
Si hasta hace algunos años las convicciones cristianas habían impedido que se llegase a una total secularización de los valores morales en los países de América Latina, en la actualidad, como sucede en Europa, son bastantes los países, en los que se están aprobando leyes que permiten y favorecen comportamientos que van en contra de la ley moral natural y que desnaturalizan la familia, el matrimonio y la paternidad.
Detrás de estas decisiones, como ya indicamos los Obispos españoles en la Instrucción Pastoral titulada “Orientaciones Morales ante la situación actual de España”, existe una concepción de la libertad al margen de los criterios morales y se olvida que las decisiones políticas son decisiones humanas contingentes y responsables, por lo cual tienen que ser necesariamente decisiones morales, regidas por aquellos valores y criterios morales que los agentes políticos reconocen en el fondo de su conciencia.
Los criterios de juicio en las decisiones políticas no pueden ser arbitrarios, partidistas ni oportunistas. Han de ser criterios objetivos basados en la recta razón, en la verdad de las cosas y en el patrimonio espiritual de cada pueblo. Si no queremos vivir a merced de los criterios subjetivos de quienes detentan el poder en un determinado momento y si no deseamos caer en el desorden, la imposición ideológica y la discriminación social, tanto los ciudadanos como los gobernantes, a la hora de tomar decisiones públicas, deberíamos someternos a los criterios morales objetivos vigentes en la sociedad y que tienen su fundamento en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo.
El Papa Benedicto XVI, en el Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, señala que la negación de estos principios, inscritos por el Creador en la misma naturaleza humana, es una ofensa a la verdad de la persona y una herida grave infligida a la justicia y a la paz. “Por tanto -añade el Santo Padre- constituye también una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al uso del principio de objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia”.
La Iglesia, cuando defiende y propone estos criterios, no lo hace por razones confesionales ni siquiera por la defensa del derecho de libertad religiosa, sino porque estos principios están inscritos en la misma naturaleza humana, son comunes a toda la humanidad y se pueden conocer por la razón. Por lo tanto, son principios que deberían ser apoyados y defendidos por los creyentes y por quienes no lo son.
Con mi bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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