Antonio Herráiz
LA opinión
Miércoles 22 de octubre de 2014
E l drama de Progalsa está definitivamente enquistado. Hubiera preferido equivocarme en mis pronósticos pero los derroteros por los que trascurre la crisis de esta empresa están siendo casi calcados al desastre de Avicu. Sobre todo en las consecuencias: los trabajadores de esta planta dedicada al galvanizado llevan ya casi seis meses sin cobrar.
En la mesa hay tres patas pero la única consistente es la que aglutina a los empleados. Los dueños, después de su nefasta gestión, llevan sin aparecer por la fábrica desde el 25 de octubre y, lo que es peor, sin ofrecer ninguna propuesta que desatasque el conflicto. Ni comen ni dejan. La dirección no quiere ir al concurso de acreedores para no perder parte del importante patrimonio que han generado años atrás gracias, entre otras cosas, al sudor de los trabajadores de Progalsa. En medio debería estar la función mediadora de la Junta de Comunidades pero, al igual que en Avicu, está fracasando. El Gobierno regional no tiene toda la responsabilidad por lo que sería urgente proponer medidas para que no se repitan situaciones en las que un limbo legal vergonzante permite a empresarios sin escrúpulos jugar con el pan de 105 familias. Ni avanza la tramitación judicial para que se extingan los contratos ni tampoco pueden cobrar del FOGASA. Demasiados ninis. Los trabajadores de Progalsa vuelven a lanzar un nuevo SOS. Es el llanto desgarrado del que no tiene donde agarrarse. Y para que no se sientan solos nos piden que les acompañemos este miércoles, 1 de diciembre, en la manifestación que partirá desde el Palacio del Infantado a las siete de la tarde. Allí estaremos.