Columna de Economía de Arturo García
Miércoles 22 de octubre de 2014
Sin haber dado tregua después del “rescate” de Irlanda, todos los periódicos se lanzan ahora a por el siguiente país. Se habla de Portugal y de España. Por detrás aparecen Italia, Bélgica, etc. Portugal no interesa mucho, no es muy noticiable, es relativamente pequeño. España, sin embargo, es una economía suficientemente grande como para poder desestabilizar a la Unión Monetaria Europea.
Antes era “España no es Grecia”. Ahora se dice “España no es Irlanda”. Además, también se echa mano del “too big to fall” (demasiado grande para caer).
En una publicación económica internacional llaman a nuestro Presidente del Gobierno Zapateuro, explicando que de él depende el futuro de la moneda única.
La canciller Angela Merkel ha dicho que “el euro puede estar en peligro si la lista de países miembros que tienen que ser rescatados sigue ampliándose” y calificó la situación actual de “excepcionalmente grave”.
Mi opinión va más en la línea de la del presidente del Banco Central de Austria y miembro del consejo de gobierno del BCE, Ewald Nowotny, quien criticó a la canciller alemana: “Merkel no diferencia entre los problemas individuales de países miembros de la eurozona y la propia divisa. El euro no está en peligro, son los países individuales los que están en peligro”.
Efectivamente, hay muchos ejemplos de países que han adoptado monedas que no son las suyas, y han terminado suspendiendo pagos y adoptando otra moneda. Muchos países latinoamericanos lo han hecho a lo largo de las últimas décadas, utilizando el dólar USA como moneda de referencia. En absolutamente todos los casos ha terminado siendo un fracaso, y el peligro ha sido para cada país. Desde luego, el dólar USA nunca ha estado en peligro por lo que hagan esos países.
Lo anterior debe matizarse en varios aspectos, entre otros porque el euro no es una moneda en sí, sino una cesta de monedas. Además, esto no es el centro de los problemas que estamos hablando, sino una circunstancia que empeora la situación.
El Nobel de Economía, Paul Krugman, encuadrado dentro del progresismo, uno de los economistas que utilizó Zapatero, según dice, para su programa económico, dice que los graves problemas a los que se enfrenta la economía española han situado a España al borde de una crisis de deuda, agravado por no poder recurrir a la devaluación de su divisa. La única salida es una devaluación interna de precios y salarios para recuperar competitividad, un proceso lento que requiere varios años de desempleo para bajar los salarios. Sigue diciendo que “España estaría mejor ahora si nunca hubiera adoptado el euro”. Alberto Recarte, encuadrado en el extremo opuesto del pensamiento político-económico, piensa lo mismo.
Otro de los temas de fondo que se está discutiendo lo vuelve a señalar la canciller Alemana, Angela Merkel, quien ha dicho que los inversores de deuda pública -en su mayoría bancos, fondos de inversión y de pensiones- deben asumir parte de las pérdidas generadas por el rescate a un país. Lo que propone es que los rescates no se paguen solo con el dinero de los contribuyentes sino que los acreedores de esos bonos asuman una pérdida en un proceso de reestructuraciones ordenadas.
Estas declaraciones han generado muchas críticas, pero tienen todo el sentido desde el punto de vista económico. Sin embargo, su aplicación en estos momentos sería nefasta. Los bancos tendrían que provisionar los miles de millones de euros que tengan en deuda pública griega, irlandesa, ¿portuguesa?, ¿española?, etc. añadiendo más peligro al ya de por sí deteriorado sistema financiero. Además, otros compradores habituales de la deuda pública son organismos oficiales como por ejemplo el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, etc. Eso implicaría que estos organismos tendrían pérdidas en sus inversiones.
En fin, que estamos en medio de un desbarajuste de mil pares de narices. ¿Y qué he hecho yo para merecer esto? Poco, muy poco, o nada. Sin embargo, gano menos que antes, trabajo más horas, y me han subido los impuestos. No entiendo nada. Debe ser la globalización, que extiende los problemas a quienes no los han creado.◆
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