Había nacido en Morillejo, el día 25 de abril de 1913. Ese mismo día, pero cien años después, celebró su siglo de vida rodeado arropado por su familia y amigos.
REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
La semana pasada y después de que su delicado estado de salud se complicara, fallecía Marcos Benito, el tío “Cachurrilla”, poco más de dos meses después de cumplir los cien años. Lo había hecho el pasado día 25 de abril, rodeado de su familia. Aquel día se le vio inmensamente feliz. Lloraba de contento cuando un centenar largo de personas le aplaudieron después de apagar el número cien sobre la tarta de cumpleaños. Poco después, sus dos biznietas, Ainhoa y Sandra, le dieron dos emocionantes besos que escenificaron bien la alegría que sintieron cuantos estaban allí presentes porque Marcos hubiera llegado por fin al siglo de vida, que era su ilusión. SIGUE
El tío Cachurrilla fue enterrado el lunes, día 8 de julio, en el cementerio municipal de Trillo, junto a su querida esposa, Manuela Sacristán, que había fallecido en el año 2010. Acudieron centenares de personas así como varios miembros de la corporación municipal trillana, encabezados por el alcalde de Trillo, Francisco Moreno.
Marcos Benito Henche, o como todo el mundo le conoce en Trillo, el tío Cachurrilla, vino al mundo en Morillejo, el día 25 de abril de 1913. Acuciada por la necesidad, la familia de Marcos emigró a vivir a Saelices, en Cuenca. Trabajó junto a su padre como temporero en la construcción de la carretera. Marcos, de pinche, y su padre de capataz. Cuando se cerró ese grifo, esperaba otro oficio igual o más esclavo: el de la resina. Los picadores de los pinos trabajaban de sol a sol para sacarle el jugo a los árboles, cuesta arriba y cuesta abajo, cargando peso como mulas allí donde las caballerías no eran capaces de subir. Cuando Marcos tenía diecinueve años, su familia regresó a Trillo. La antigua fábrica de harinas supuso una oportunidad laboral para permanecer cerca de donde había nacido. Era el vigilante del edificio, al tiempo que cargaba y descargaba la mercancía que iba y venía. Aquello no era una maravilla, pero le permitía mantenerse en buenas condiciones, y ver, de vez en cuando, a Manuela, que era su novia ya por aquel entonces.
La Guerra Civil estalló cuando Marcos tenía 22 años recién cumplidos, en la flor de su mocedad. Y, como hijo del pueblo que era, le tocó vivirla desde el primer día hasta el último en primera línea de fuego, y aún mucho después. Al terminar la Guerra, tuvo que abandonar España. Recorrió media Europa en plena II Guerra Mundial de un campo de concentración a otro. Nuevamente forzado a trabajar, sus compañeros y él construyeron fortines y hangares para los aviones. Gracias a la recomendación de un tío suyo, Sabino Henche, que vivía en Sacedón, pudo volver a España. Trabajó en las vías del tren Madrid-Burgos hasta que finalmente regresó a Trillo, de donde ya no movería su residencia. Su novia le había estado esperando. Se casaron el día cuatro de marzo de 1943. Ahora, los dos descansan, juntos ya para siempre, en el cementerio de Trillo.
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