OPINIÓN

Testigos de la Fe (I)

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Será preciso que todos asumamos que los hombres y mujeres martirizados en la guerra civil no son víctimas de la guerra, puesto que ellos no lucharon en ningún bando, sino que son víctimas de la persecución religiosa

Miércoles 22 de octubre de 2014
El próximo día 13 de octubre, Dios mediante, serán beatificados en Tarragona por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, unos quinientos mártires de la persecución religiosa vivida en España en distintos momentos del siglo XX. La Iglesia, con esta solemne ceremonia de beatificación, no pretende abrir heridas del pasado ni actuar en contra de nadie, como algunos afirman. SIGUE

Por tanto, para no dejarnos arrastrar por planteamientos ideológicos, manteniendo posturas alejadas de la verdad, será preciso que todos asumamos con paz que los hombres y mujeres martirizados antes o durante la guerra civil no son víctimas de la guerra civil, puesto que ellos no lucharon en ningún bando, sino que son víctimas de la persecución religiosa.

Entre estos modélicos confesores de la fe que serán reconocidos públicamente como mártires de Cristo, contamos con tres hijos de nuestra tierra que fueron martirizados en otros lugares de España. Asimismo, en el elenco de este nutrido grupo de hermanos, que entregaron su vida por amor a Cristo, contamos también con el testimonio martirial de otros cinco religiosos que, provenientes de distintos lugares de España, recibieron la palma del martirio en nuestra diócesis.

La beatificación de estos hermanos en el año de la fe tiene que ser una ocasión propicia para que todos los bautizados revisemos nuestras convicciones religiosas y nos preguntemos por la madurez de nuestra fe. El martirio, don extraordinario de Dios a unos pocos y suprema prueba de amor, debe ser siempre una interpelación para todos los creyentes pues, como nos recuerda el Concilio Vaticano II, “todos debemos estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo en el camino de la Cruz en medio de las persecuciones, que nunca le faltan a la Iglesia”. (LG 42).

Pero, además de revisar nuestra condición de discípulos del Señor con ocasión de la beatificación de este importante grupo de obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos que serán beatificados, tenemos que dar gracias al Padre celestial por su testimonio de fe, amor y confianza en la misericordia divina. Ellos, a pesar de experimentar en sus carnes el odio, la mofa y la violencia de sus verdugos, en ningún momento profirieron insultos y amenazas contra ellos, sino que les brindaron palabras de perdón y de paz.

La Iglesia, acogiendo las enseñanzas del Señor y contemplando las palabras de perdón de los mártires a sus verdugos, no condena a nadie, acoge a todos y ofrece la misericordia divina para que cada ser humano pueda experimentar el poder de la gracia y la salvación de nuestro Dios. Por ello, el testimonio de los mártires tiene que ayudarnos a todos, a los creyentes y a los no creyentes, a sacar las oportunas conclusiones de los errores cometidos en el pasado para no repetirlos nunca más.

Si queremos dar pasos decididos en el camino de la reconciliación y avanzar hacia la consecución de una convivencia pacífica y fraterna entre todos, tenemos que favorecer el diálogo, crecer en el respeto mutuo y buscar con sinceridad la verdad. Que la intercesión de los mártires nos ayude a conseguirlo.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara