El Barcelona
Jordi Badel
Miércoles 22 de octubre de 2014
Me habían dicho algunos amigos atléticos que escribiera sobre el Atlético de Madrid y yo me resistía porque tal y como estaba el patio últimamente, no sabía qué decir. ¡Cómo voy a escribir que el Atlético está fatal! ¡Vaya noticia!
Y, de repente, se nos muere Manolo Martínez de Lis, un atlético de pro y quiero dejar estas notas en su recuerdo.
Para mí, Manolo no fue mi jefe, fue como un padre, fue mi maestro y fue mi amigo. Siempre me ayudó y lo hizo muchas veces, pero la más importante, cuando me ayudó a encauzar mi vida hacia la que sería mi profesión, mediador de seguros. Cuando vine de la mili me dijo: “A ti en la oficina te ponen clavos en la silla, lo tuyo es la calle, hablar con la gente; dedícate a los seguros; te voy a mandar a Madrid para que aprendas”. Y así fue.
Me enseñó el valor de la independencia, a tener confianza en mí mismo. Creía que era mejor ser “cabeza de ratón que cola de león”. Me enseñó a ser tolerante y respetuoso con los que no piensan como yo, a tratar por igual a todo el mundo y a ayudar a la gente en lo que uno pueda. Con las operaciones que llevaba encima y siempre se lo tomó deportivamente, nunca se quejaba. Ahí aprendí que hay que tomarse la vida como viene, con sus cosas buenas y las que no lo son tanto. Aprendí a disfrutar de las pequeñas cosas, de un chato, de una conversación, de los amigos. Lo que soy, se lo debo a Manolo Martínez de Lis, que me enseño todo lo que sé. Todo el mundo le quería. Yo mucho. Hasta siempre, Manolo. ◆
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