OPINIÓN

El Escondite de Natalia

Miércoles 22 de octubre de 2014
Esta semana otro nuevo tíulo de El Escondite de Natalia : Sed de Locura

Sed de locura

Tumbada boca arriba en la cama de un viejo hotel de carretera, no lograba conciliar el sueño.

Cerró los ojos para que su mente pudiese atrapar ese momento sin darle oportunidad de perderse en otros recuerdos y pensamientos. Podía oír el rítmico e hipnotizante sonido de su respiración, mientras ajeno a sus desvelos, dormía.

Miró las luces, que engañosas jugaban esa noche con las sombras, que invadían la pequeña habitación, revoloteando con el suave y acompasado movimiento del ventilador de techo, que apenas aliviaba el asfixiante calor de su hermoso cuerpo.

Sabía que esa era la última vez. Sabía que nunca más volverían a verse, y por eso acercó la cara a su piel para poder olerlo de cerca, y en la oscuridad, como una perra lo olfateó para reconocer su aroma, y así apropiándose de él, para siempre retenerlo.

Seguía dormido mientras ella olisqueaba su sudor, su colonia y los restos de amor, que como un tatuaje, se habían pegado a su cuerpo. Su intenso y masculino olor le despertó un insaciable y salvaje apetito de pasión y de sexo.

Se deslizó por las blancas sabanas, que indecorosamente acariciaban su sudorosa y resbaladiza piel, hasta que llegó a su objeto de deseo y empezó a lamerlo.

Sintió como crecía y supo que en ese momento era ella la que mandaba, la que tenía el poder de hacerlo grande o pequeño.

Se sintió como una diosa que regala vida a su antojo, o que caprichosamente juega indiferente con la muerte.

Parecía que su boca bailaba al compás de un vals soñado con un compañero de baile, que seguía sus pasos torpe y descontrolado.

Lo notó aún mas grande, y rozando su garganta, casi la ahogaba, provocando en ella una inmensa aunque gustosa náusea.

Pero ella seguía devorándolo ansiosamente, como una voraz caníbal poseída por la gula y la lujuria desmedida.

Sentía como su polla latía salvajemente, como un corazón que se desboca emocionado, y ella sonreía sin sus ocupados labios, sintiéndose sensual y poderosamente femenina.

Se hizo todavía más grande, invadiendo y quemando su boca, robando el poco aire que le quedaba, y restando aliento para sus palabras.

Siguió jugando con la lengua y con los labios, mientras con sus propias manos se regalaba caricias en los pechos y en el coño, sin esperar a pedirlas prestadas.

Alexia pagaba siempre deudas sin tenerlas. Hipotecaba su amor sin pedir prenda.

Por fin, él se rindió con un suspiro ahogado, y derramó un elixir dulce, blanco y cálido que ella sedienta de amor, tragó saboreando el triunfo del deseo, como una enajenada, perdiendo con cada trago un poquito más de su escasa cordura, rozando la felicidad que siempre, siempre acompaña al amor y a la locura.

El Escondite de Natalia