OPINIÓN

El Escondite de Natalia

Miércoles 22 de octubre de 2014
Esta semana otro nuevo título de El Escondite de Natalia : Traviesa, traviesa Malena

Traviesa, traviesa Malena

Las voces se apagaron de golpe, parecía que la música tocaba sólo para ella, acompañándola en cada uno de sus sensuales movimientos, cuando entró en el bar.

Ninguna mirada se pudo apartar de la preciosa Malena, que como un imán, las recibía con la naturalidad de la que ha sido siempre bella.

Saludó a la camarera del pequeño local con un beso largo y húmedo en los labios, mientras le acariciaba los pezones, tirando ligeramente del arete que adornaba uno de ellos.

Su acompañante de esa noche que había entrado tras ella, se paró en seco sorprendido por un momento, pero enseguida notó entre las piernas cuanto le había excitado verlas.

Malena lo sabía, le gustaba divertirse provocando, y se dio la vuelta para besarlo a él, mordiendo su boca, mientras comprobaba el alcance de su deseo, tocándole la hinchada bragueta.

Se juntaron las tres bocas fugazmente.

Gastó su saliva en besos, y pidió mucho vino para calmar la sed.

Mientras saboreaba despacio su copa, observaba descaradamente, a través del cristal, a alguien que acaba de llegar a la terraza del viejo bar.

Pudo sentir la fuerza del deseo por un hombre recorriendo su cuerpo, otra vez después de mucho tiempo.

Ladeando la cabeza, se agitó coqueta y femenina la rojiza y rizada melena con los dedos, mientras le regalaba una mirada
voraz y felina.

Ardía por dentro. Sucios pensamientos se mezclaban con recuerdos de la última noche, que había pasado con alguien de otro sexo.

Imágenes de camas redondas, de piernas y brazos luchando para encontrar caricias desconocidas, que se perdían, buscando dueño y labios, peleándose por incógnitos y anónimos besos.

Malena nunca había sido convencional. Ni en el amor ni en el sexo.

Exigía amor sin darlo. Regalaba sexo por capricho.

Para encontrar placer, no reparaba en detalles que para ella carecían de importancia.

Le daba igual lo que el objeto de su deseo tuviera entre las piernas para saborearlo.

Ajeno a sus lascivos pensamientos, su acompañante de esa noche le acariciaba la espalda insinuante, aproximándose peligrosamente con la mano por debajo de su escueta minifalda, a sus generosos pero firmes glúteos.

Ella se daba cuenta, pero se dejaba querer, mientras miraba a través del cristal a otro hombre que, ruborizado por su falta de pudor y descaro, apartó tímidamente la mirada.

Algo femenino y sensual desprendía, mientras fumaba un pitillo, saboreando lentamente cada calada, y no pudo evitar imaginárselo, lamiéndola entre las piernas, mientras ella retorciéndose, devoraba hambrienta su sexo erecto, en una postura imposible y animal, pero salvajemente bella.

Soñando despierta, alcanzó sin necesidad de labios ni de expertas manos, un clímax que invadió su cuerpo, mientras su acompañante, necio ignorante de sus oscuros deseos, seguía susurrando a su oído palabras insinuantes y lascivas, pero insensibles y exentas de belleza.

Palabras que ella ni siquiera escuchaba, ocultándolas, tras sus ahogados y silenciosos gemidos.

Malena, mujer traviesa y fatal, echó la cabeza hacia atrás, riéndose divertida y satisfecha.

Acarició su verga con la mano, imaginando que era otro.

Deseó tenerla dentro para calmar la sed de sexo, que había despertado el súbito e incontrolado orgasmo.

Quería más.

Se abrazó a él mientras seguía mirando sin ningún pudor a través del cristal.

Mientras se frotaba contra su muslo, sonreía a otro hombre.

Mientras acariciaba un pecho femenino, dibujaba una engañosa sonrisa en sus carnosos y rojos labios.

Mentirosa, peligrosa y traviesa Malena .