LA opinión
Antonio Herráiz
Miércoles 22 de octubre de 2014
Este fin de semana ha lucido un rotundo sol que ha podido “con las nubes abrumadas de los amaneceres inestables de marzo”. Anuncia que “la primavera se le va echando encima a la tierra” aunque “allá donde Guadalajara se hace norte, todavía es tiempo de andar con abrigo por las callejas y con manta por parideras y tainas”.
La entrada oficial de mi estación favorita está a punto de principiar y “los almendros y el romero en flor han servido de adelantados de ella aquende las tierras”. Este sol nos permite como nunca disfrutar de todas las guadalajaras. Desde Sigüenza, “una ciudad que tiene la calle por museo”, a Pastrana, donde “no se va ni siquiera la primera vez, siempre se vuelve”, pasando antes por Brihuega, porque acudir a la llamada del Jardín de la Alcarria “siempre tiene premio”. Ya en la capital, la llamada de la primavera reinventa el parque de La Concordia y acaricia “los gorriones que, afortunadamente, aún quedan piantes en los amaneceres”. Bajo este infante sol reluce también el nuevo Jardinillo, donde los árboles “daban sombra, en las matinés del domingo, al público de los, hace años desaparecidos, teatros Liceo y Principal”. Entre los clásicos, Manolo Villalba, confitero y “actor aficionado de porte y talla profesionales, amigo de sus amigos y de los amigos de éstos, seña de identidad de la Guadalajara de toda la vida”. Hoy, los beneficiarios de esas sombras del nuevo Jardinillo son más variopintos. Sea como fuere, este sol nos presenta una Guadalajara que mira atrás y renace casi a la par y que queda reflejada en “125 Luces de Bohemia”, un apasionante libro del que hemos extraído todos los entrecomillados y que nos ha regalado Jesús Orea pregonando la primavera.◆
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