Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
El Papa Francisco, entre las frecuentes llamadas que hace a todos los cristianos para ayudarnos a revisar la vida espiritual y la actividad pastoral, en la Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” habla del “neopelagianismo autorreferencial y prometeico”. ¿Qué quiere decirnos el Santo Padre con esta expresión? SIGUE
Pienso que lo más correcto a la hora de interpretar el sentido de las palabras del Papa es centrar la atención en la explicación que él mismo nos ofrece. Cuando utiliza esta expresión, refiriéndose a los comportamientos de algunos cristianos, el Santo Padre se fija especialmente “en aquellos que en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” (EG 94).
Estas enseñanzas del Papa tendrían que ayudarnos a hacer una reflexión sobre nuestros comportamientos espirituales y sobre nuestras actitudes evangelizadoras, pues con alguna frecuencia todos podemos sentirnos fascinados por las conquistas sociales o por los resultados pastorales, como si estos dependiesen sólo de nuestros esfuerzos.
Cuando esto sucede, en vez de acoger con humildad y responsabilidad la misión confiada por el Señor, en el fondo estamos pretendiendo impulsar nuestra propia misión. En ocasiones, para no dar los pasos necesarios en el camino de la conversión personal y pastoral, nos aferramos a las normas y a las leyes, pensando equivocadamente que la salvación depende del cumplimiento de las mismas.
Si nos fijamos, detrás de estas actuaciones no hay fervor evangélico, sino la búsqueda del disfrute de una autocomplacencia egocéntrica. En aquellos casos, en los que cosechamos resultados positivos, experimentamos el entusiasmo y esperamos el aplauso y el reconocimiento de nuestros semejantes por los éxitos logrados. Por el contrario, cuando descubrimos las resistencias de los hermanos al proponerles la Buena Noticia o no cosechamos los resultados apetecidos, entonces nos sobreviene la tristeza y el desaliento, al comprobar que todos nuestros esfuerzos fueron inútiles.
Los cristianos, para crecer en la adhesión a Jesucristo y para impulsar la evangelización, no deberíamos olvidar nunca que, tanto en la vida espiritual como en la actividad pastoral, Dios siempre da el primer paso. Es siempre el Señor quien nos llama y envía por medio del Espíritu Santo para que asumamos con gozo el encargo recibido sin estar constantemente pendientes de los resultados de la misma. El Espíritu Santo, que actúa en el corazón de cada persona, nos precede y acompaña en la misión, orientando la actividad de la Iglesia y de los evangelizadores.
Para no esforzarnos en balde, para no caer en el desánimo ante las circunstancias adversas y para impulsar un verdadero dinamismo evangelizador, todos los bautizados tendríamos que asumir con paz y alegría que Jesucristo es el único Señor y Salvador. Él es siempre quien perdona, ama, santifica y construye la casa mediante la acción del Espíritu Santo. Nosotros somos “siervos inútiles”.
Ciertamente, los evangelizadores tenemos que actuar y dar testimonio de nuestra fe. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Pero hemos de llevar a cabo este encargo del Señor, partiendo siempre de la confianza en sus promesas y de la necesidad de la oración sosegada. Si oramos con verdad, reconoceremos nuestro puesto en la evangelización, daremos a Dios el lugar que le corresponde en la vida, pondremos nuestra confianza en la acción de la gracia y no seremos pelagianos.
Con mi sincero afecto, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara