El segundo fue para la Residencia de La Alameda, y el tercero, para la de San Mateo
REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
Jurado y músicos habían quedado en la Plaza Mayor a las seis y media de la tarde para recorrer los siete Arcos de San Juan que han participado en el concurso del año 2014. SIGUE
Desde ayer por la mañana las viejas calles de la ciudad olían a rosas, cantueso o sanjuanera, como le dicen en Sigüenza, y a tomillo. Para que diese comienzo una de las celebraciones populares más entrañables de la ciudad, faltaba una única cosa: el soniquete de la dulzaina y el tamboril.
Los Dulzaineros de Sigüenza aparecían puntuales, para preceder al jurado en la bajada por la calle Cardenal Mendoza hasta la Residencia de San Mateo. Los mayores que viven allí llevaban un mes preparado la fiesta de San Juan. “Es la que más ilusión les hace de las que hay en el año, ésta y la de San Vicente”, decía Mónica Ortiz, una de las cuidadoras de la Residencia. Lo hacía mientras, con mucho cariño, les pedía a los abuelos, ayudando a algunos a levantarse, que se reunieran frente al arco para hacerse una foto que recuerde su trabajo de 2014.
El arco estaba trenzado sobre una de las paredes del patio interior del edificio. Tenía tejidas ramas de chopo y rosas, algunas naturales y otras de papel hechas por los mayores, en sus cuatro elegantes arcos. “Ellos han buscado el chopo y cortado las ramas necesarias”, explicaba Mónica. Con los sesenta euros que les ha dado el Ayuntamiento para participar, idéntica cantidad para todos los barrios, harán un aperitivo que prolongará la fiesta. Pero además, su arco fue el que llevó el tercer premio de este año. Habrá pocos premios que sean recibidos con tanta ilusión.
En la puerta de la Residencia Alameda, estaba el segundo de los arcos visitado por el jurado que componían representantes de tres asociaciones: Jubilados, de Mujeres y de Cultura Popular, además de los munícipes Charo Galán, Sonsoles Arcones y José Manuel Latre, alcalde de Sigüenza, que lo presidía.
A eso de las siete de la tarde, llegaban, calle Humilladero abajo, los acordes de las Sanjuaneras. Los abuelos esperaban su llegada sentados frente a un lateral del arco. Sobre una base de ramas de chopo, habían ido tejiendo un multicolor ornamento de rosas de papel. En el altarcillo de San Juan, el cuadro que representaba al Santo también lo había pintado uno de los residentes. El cordero que estaba al pie del altar era otra de las manualidades en las que llevaban tiempo trabajando. Estaba hecho de lana y bolas de seda. “Esta celebración les recuerda su juventud y participan encantados. Uno de los mayores me ha acompañado al pinar para recoger las sanjuaneras y también nos ha ayudado a recoger las ramas de chopo. Si volvemos por la noche con el premio, se emocionan”, decía Sara Asenjo, terapeuta de la Residencia.
Las nietas de algunos residentes les hicieron el regalo de bailar con las castañuelas al son de la música de la dulzaina. Hoy se han levantado felices, porque en 2014 han ganado el segundo premio.
Jurado y músicos enfilaron la calle de Alfonso VI, y después la de Santa Bárbara para llegar a la Residencia de Saturnino López Novoa. Allí esperaban Sor Gloria, la madre superiora que dirige el lugar, Esperanza Juberías, la terapeuta ocupacional que ha coordinado el trabajo de las abuelas para que hicieran el arco en 2014, y todos los mayores que han participado en la elaboración del arco, trenzado en el patio de la entrada. Cuando María Ranz, de 82 años y natural de Cardeñosa, escuchó tocar la dulzaina, se puso a bailar como si tuviera 25. Se llevó el aplauso unánime de todos los que la presenciaron.
Y con el buen sabor de boca de la vitalidad de doña María, la música se fue a otra parte. Al barrio del Tinte. Sus vecinos habían preparado con la misma ilusión de siempre su altarcillo y los arcos. Los niños del barrio salieron la víspera por la tarde a cortar unas cuantas ramas de chopo para darle cuerpo al arco y por la noche a “recolectar” las rosas para adornarlo, siguiendo un ritual cuyo origen se pierde en el tiempo. Ayer por la mañana los niños del barrio madrugaron para levantar la pequeña estructura metálica que se forra con las ramas.
Cuando bajó el sol, se colocaron las rosas que adornaban los tres arcos. Al fondo, una colcha de ganchillo, sobre ella, la imagen de San Juan, y debajo un pequeño altar con un mantel sobre el que se depositan las limosnillas que consiguen los niños en la calle. Cuando estuvo decorado, delante pusieron unos cardos enormes, de más de un metro, elemento recuperado de la tradición festiva y prepararon una hoguera “con la que alimentamos el sol que anuncia la llegada del verano en el solsticio”, decía Amparo Donderis, una de las vecinas que lo preparó. Junto a la pequeña hoguera dibujaron la Torre de Santa María, parroquia del barrio, elaborada a base de pétalos de rosa sabiamente colocados sobre el suelo empedrado. La colorida alfombra antecedía al altar de San Juan. Cuando pasó el jurado les invitaron a limonada. Y cuando se marchó, celebraron la llegada del solsticio con una cena en la calle.
Entrando de nuevo en la ciudad medieval por la Puerta del Sol, el jurado llegó hasta el Arco de los Herreros. Jorge Sopeña se erigía en portavoz de los chavales jóvenes que han recuperado la tradición de hacer allí el arco desde 2012. “Sabemos que se hacía desde el año 50, según el libro que escribió Alfredo Juberías. Comían torta de chicharrones y bebían vino alcarreño. Fueron los Dulzaineros de la Travesaña quienes animaron a los demás a recuperar la tradición. Y desde entonces, la gente joven viene aquí a hacerlo”, explicaba. Fue un verdadero placer escuchar a los Dulzaineros de la Travesaña y a los Dulzaineros de Sigüenza tocar juntos las típicas sanjuaneras.
Uno de los arcos que nunca falla en el concurso es el de la Plaza de San Juan. Los niños del vecindario salieron el domingo a por recoger cantueso y tomillo. “Las reconocen y saben dónde buscarlas”, dice Eva Plaza, una de las artífices del arco. Las ramas de chopo las traen los niños y sus padres. Las rosas y demás flores olorosas, las niñas y sus madres. A partir de las cuatro de la tarde, los niños se reunieron para forrar los arcos. A medida que los mayores llegaban de trabajar, terminaban de decorar el escenario, con un fondo de colchas, que ceden a razón de una por casa y año, y jarrones sobre los que se colocan las aromáticas. “Siempre se rompe alguno, y este año no ha sido una excepción”, decía Eva. El jurado les concedió el primer premio. Son los ganadores de la edición 2014.
El arco de la Plazuela del Doncel, el último del recorrido, lo hicieron veinte personas. Nacho y Mari, del Bar Las Travesañas, salían a cantar al llegar el jurado. Algunos de los niños del barrio bailaban animados, mientras otros trataban de imitar a sus mayores. Este ha sido el cuarto año consecutivo en el que lo han hecho. “Hemos hecho grupo, y continuaremos”, decía Oscar Hernando. Daniel Sopeña y sus hijos recogieron el chopo. Ayer por la mañana, temprano, mujeres y niños fueron a por sanjuaneras y rosas, “mientras los demás lo montábamos y adornábamos. Lo más grueso, lo hacemos los hombres, los detalles las mujeres” terminaba Hernando.
A partir de las once de la noche actuó la rondalla de Sigüenza en la Plaza Mayor. Después el alcalde de Sigüenza hizo público el fallo del jurado y entregó los premios consistentes en unas bonitas placas hechas por el Taller Medieval de la calle Mayor. Y a las doce de la noche se encendió, en plena Plaza Mayor, la hoguera de San Juan con la que se terminó la fiesta. Todos los asistentes, tomaron juntos un chocolatito caliente, que a esa hora y con quince grados, apetecía.
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