La Columna de Economía de Árturo García
Miércoles 22 de octubre de 2014
En los últimos días se habla de la necesidad de la reestructuración de las finanzas de Grecia. La reestructuación de las finanzas de un país no es ninguna novedad. Ha habido muchas a lo largo de la historia, y no hay que remontarse muy atrás. Recordemos el corralito de Argentina hace muy pocos años. Lo que es una novedad es que suceda a un país considerado avanzado y, además, miembro del euro, un invento que nos creemos infalible, y sinónimo de la prosperidad. En mayo de 2010 se rescató a Grecia, o sea se le dio un préstamo de 110.000 millones de Euros por parte de sus socios europeos y el FMI. Este rescate o préstamo habrá que devolverlo en 2013, pero con los tipos de interés actuales de Grecia, actualmente cercanos al 20%, esto es imposible.
Así pues, se habla de incumplimiento o impago (default, en inglés). Las alternativas se mueven entre dos opciones: quita y/o espera. Una simple “espera” es prolongar el vencimiento de la deuda ya emitida. Por ejemplo, Grecia puede decir que a lo largo de lo que queda del 2011 y el 2012 no va a devolver la deuda cuyo vencimiento corresponde a esas fechas, y la prolonga hasta el 2015. Esto podría ser suficiente para no seguir menoscabando las finanzas públicas helenas y que la economía se recupere. En este sentido, en el año 2003 Uruguay cambió sus obligaciones que vencían por otras nuevas con el mismo principal, el mismo tipo de interés, pero un vencimiento 5 años posterior. Le salió bien.
Sin embargo, Uruguay tenía la mitad de deuda pública porcentualmente que Grecia, y además Uruguay tuvo un crecimiento sustancial los años posteriores, algo que no es esperable en Grecia puesto que se trata de un país maduro.
Esta medida (“espera”) soluciona problemas de liquidez. Sin embargo, puede que el problema sea de solvencia. La deuda pública griega se pensaba que era del 115% a finales de 2009. Posteriormente, fue revisada y aumentada hasta el 127%. Actualmente está en el entorno del 145%, a pesar de las medidas puestas en marcha. Es posible que sea necesaria una quita, lo que se intentará evitar por el bien del euro, de los países que le han prestado, de los bancos que han comprado su deuda pública, etc.
Una comparación quizá más correcta es la que se produjo en los países latinoamericanos en los años 80 del siglo pasado, como por ejemplo en México. En la crisis de este país se hizo una espera, para dar tiempo a que la economía de ese país se recuperase, y mientras los bancos estadounidenses que habían comprado su deuda la provisionaban y compensaban. Los países perdieron una década, y terminaron haciendo lo que deberían haber hecho desde el principio: una quita.