Cartas al Director
Miércoles 22 de octubre de 2014
La indignación es uno de los sentimientos de un ser humano vivo; es el síntoma de que tenemos capacidad de mirar al mundo y sentir que mucha gente –también nosotros- sufre de forma injusta; es la reacción de quien no se resigna ante situaciones que machacan a las personas y pueden ser mejoradas. La indignación nace de la convicción de que no estamos en el mejor de los mundos: de que podemos cambiar muchas cosas que funcionan mal; de que otro mundo más humano es posible…
Hay muchas cosas en nuestro país que nos indignan: los millones de personas que no tienen un trabajo, los desahucios padecidos por familias que hoy –dada la crisis económica- no pueden pagar sus hipotecas;… LEER MAS
Los privilegios de la clase política y su nula capacidad para buscar soluciones juntos, su especialización en el insulto y en la acumulación de cargos; la confusión interesada entre las noticias dadas en los medios y opinión pública; la arrogancia de tantos periodistas que saben de todo y pontifican sobre cualquier tema; la nula capacidad de escucha y diálogo de nuestras autoridades civiles, religiosas o sindicales; la distancia creciente entre quienes nos dirigen y quienes somos dirigidos; el poder de los grandes banqueros y especuladores junto a la sumisión de la clase política a esos poderes… Demasiadas cosas, ¿verdad?
Hay muchas cosas en nuestro mundo que nos indignan: la tremenda plaga del hambre, que sigue matando lentamente, cada día, a miles y miles de seres humanos, en un mundo que crea riqueza y tiene capacidad de producir alimentos como nunca antes en la historia; la pasividad y complicidad de las autoridades mundiales ante los grandes problemas de la humanidad (hambre, guerras, enfermedades, dictaduras, educación…) frente a su prontitud para imponer medidas económicas siempre a favor de los poderosos y grandes especuladores mundiales… La condescendencia con invasiones como la sufrida por Palestina hace casi medio siglo; el todavía hoy fácil recurso a las intervenciones armadas; el cinismo ante la producción y venta de armas; la escasa inversión en campañas de erradicación de enfermedades… Demasiadas cosas también.
Nos hemos acostumbrado a pensar y sentir que esas maldades –y otras muchas- son así y no pueden ser cambiadas; nos hemos resignado a aceptar que de estas cosas ya se ocupan quienes saben y tienen poder, que ya elegimos cada cuatro años a quienes tienen que arreglar todo eso. Tremendo error. Sin participación ciudadana las estructuras democráticas pueden estar cobijando decisiones arbitrarias e injustas impuestas por poderes financieros y económicos, que no hemos elegido. Lo estamos sufriendo hoy en nuestras propias carnes.
Hemos participado y disfrutado asistiendo e interviniendo en la asamblea-acampada ciudadana de la Plaza Mayor de Guadalajara. El grupo de gente joven que ha puesto en marcha esa concentración, nos ha demostrado una conciencia, un coraje y una capacidad de indignación que hace muchos años no veíamos expresarse; también, un sentido ciudadano, una valentía y una capacidad de organización que tanta gente cuestiona a la juventud en general. Y, por supuesto, en esas asambleas hemos vivido junto a ellos unas actitudes pacifistas, dialogantes y constructivas que cambiarían radicalmente a nuestra clase política y a toda nuestra sociedad, si apostáramos por ellas…
Es una suerte que un movimiento de estas características se haya echado a la calle. La democracia no puede quedar encerrada ni sepultada en la letra de una Constitución; ni limitada a una votación cada cuatro años: se nos muere.
También queremos manifestar nuestra indignación por la absurda violencia con que se produjo el intento de desalojo de la plaza en Barcelona. Hechos como ése nos hacen pensar en lo irracional del mundo que hemos construido, donde, para que se manifiesten los seguidores forofos de un deporte de pelota, no se duda en apalear con fuerza y sin sentido a los pacíficos ocupantes de un espacio público. ¿En qué mundo vivimos? No es éste el mundo ni la política que apoyamos.
Si sientes en tu interior que hay cosas que no te gustan, que te indignan, expresa tu indignación. Y compártela con otros. Te hará bien. Y servirá para algo.
Paloma Gavilán y Ramón Alario.
Noticias relacionadas