OPINIÓN

Curbelo, el virrey de La Gomera

Revista de Prensa

REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
El exsenador socialista tiene ojos y oídos en todas las calles y plazas de una isla donde hay miedo a hablar mal de él. En Canarias se le bautizó como el «virrey» de La Gomera mucho antes de que sus correrías en la noche madrileña le sacaran del Senado. Su control de la isla, tanto de lo público como de lo privado, demuestran el porqué del apodo: «Él puede hundir un negocio», responde la dueña de un pequeño establecimiento de San Sebastián que no quiere desvelar su nombre. En la plaza de las Américas, expuestos a la escucha de los transeúntes, nadie habla mal de Casimiro Curbelo; al contrario, casi hay que gritar la bondad del presidente del Cabildo Insular, el mismo que «no debe dimitir» de su cargo por más que fuese expulsado de un local de alterne, se enfrentase a la policía y alardease de su condición de senador para tratar de amedrentar a los agentes. «Eso es todo mentira. Seguro que detrás anda el de Las Palmas –se refiere a José Manuel Soria, líder del PP en el archipiélago– enredándolo todo. Aquí se ha portado como ninguno», asegura uno de los mayores que disfruta del Sol antes del almuerzo. «Sólo dejará de ganar cuando no se presente», apunta otro.



Somos rojos, rojos, rojos»
«En La Gomera somos rojos, rojos, rojos. Y que nadie crea que si le echan, los socialistas van a perder, porque entonces pondríamos al segundo. Además, ¿cuál es el error de Casimiro? ¿haber hecho algo que a cualquiera le puede pasar?», le defiende un ciudadano que hace suyo el discurso que empleó el mismo Curbelo tras ser puesto en libertad. «Ganará siempre que quiera, porque aquí se le respeta mucho, y si no fuera por los periodistas, esto sería sólo una anécdota, porque no ha sido grave».

Así que un PSOE tan en decadencia como el que lega Rodríguez Zapatero a Alfredo Pérez Rubalcaba no puede permitirse el lujo de apartarle de la presidencia del cabildo. Curbelo asegura la mayoría de los votos de los gomeros y, con ella, su cuota de representación –multiplicada sobremanera por el arcaico sistema electoral canario– en el Parlamento regional. De modo que una cosa es dimitir de su cargo en la Cámara Alta y otra hacer lo propio de su eterna posición en la primera institución de la isla, donde ocupa el principal sillón desde 1991, desde hace veinte años. Y ahí están los dirigentes de la división canaria del partido para recordárselo a Ferraz, los mismos que ven en las críticas de Elena Valenciano, José Bono o el ministro Blanco meras manifestaciones individuales, como ya ha dejado claro el secretario de Organización en el archipiélago, el también gomero Julio Cruz.

En la pequeña isla, la idea de que la detención del ya ex senador respondió a un plan urdido por los populares en connivencia con los agentes parece haber ganado terreno al relato de todo un atestado policial. Pero sólo lo parece. «La mitad de quienes han dicho eso no lo creen. La otra mitad ni siquiera está informada. Nadie de más de 50 años dirá nada malo de Casimiro, pero estos días han sido muchas las críticas», puntualiza otra dependienta de una tienda próxima a la ventosa plaza de la Constitución.

De hecho, los mayores de la isla, supervivientes de aquellos tiempos en que la vida en las canarias menores era especialmente dura, identifican los servicios y prestaciones del cabildo con la labor única de su presidente y antes alcalde capitalino. Porque es la institución la que costea los funerales de los vecinos y también los de aquellos que fallecen fuera de su tierra natal, ejemplos del tipo de acciones políticas que han contribuido al singular clientelismo inherente al quehacer del ex senador.

Como La Habana de Fidel
Javier Trujillo, portavoz del PP en La Gomera, explica que el presidente insular «ha creado una especie de telaraña, y en cada pueblo de la isla tiene a alguien que le informa. Por eso la gente tiene miedo de hablar. Son personajes —estos “espías”– que, en algunos casos, se corresponden con ciudadanos y, en otros, con los mismos alcaldes. En Chipude –una de las localidades gomeras– existe verdadero miedo a decir lo que piensan». Y para describir la situación hace un símil con Cuba: «Si vas por La Habana, seguro que nadie dice nada malo de Fidel Castro. Aquí ocurre lo mismo».

Desde la oposición, que integran el PP y Coalición Canaria (CC) insisten en que la dimisión del «cacique», apelativo con que se le ha descubierto en el territorio nacional tras su incidente, debe ser inminente. Y no entienden esta «dimisión a medias», por la cual lo que vale para el Senado no vale para el cabildo, aunque en ambas instituciones el «virrey» deba representar a los gomeros.