OPINIÓN

La Asunción de María

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

“Para la Iglesia y para cada uno de nosotros, como miembros de la misma, la Asunción de la Santísima Virgen ilumina con nuevo resplandor el itinerario de nuestra peregrinación por este mundo”

REDACCION | Martes 04 de agosto de 2015
El calendario litúrgico nos propone, a lo largo del año, un conjunto de solemnidades y fiestas en honor de la Santísima Virgen. Entre las solemnidades, durante el tiempo estival, ocupa un lugar preferente la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma a los cielos. Nosotros, además, la veneramos con especial devoción al reconocerla como Patrona de la Catedral, de la diócesis y de muchas parroquias de la misma.

En esta Solemnidad de la Asunción, los cristianos somos invitados a contemplar a María, elevada por Dios por encima de los ángeles y de los santos para participar por toda la eternidad del triunfo de su Hijo. Coronada de gloria y esplendor, María nos precede en la victoria de Cristo a la que todos somos convocados como miembros de su Cuerpo. Este triunfo de María es la respuesta de Dios a la fe, la disponibilidad y el amor con los que Ella vivió a lo largo de su existencia. Por eso, Jesús dirá que son dichosos aquellos que, como su Madre, escuchan y cumplen la Palabra de Dios.

Para la Iglesia y para cada uno de nosotros, como miembros de la misma, la Asunción de la Santísima Virgen ilumina con nuevo resplandor el itinerario de nuestra peregrinación por este mundo pues, como nos dice el Concilio Vaticano II, María es modelo de la Iglesia peregrina, llamada a participar con Ella del triunfo de Jesucristo sobre el poder del pecado y la muerte. Los cristianos, al igual que María, somos convocados a guardar y meditar la Palabra de Dios en lo más profundo del corazón para gustar los bienes del cielo sin dejarnos seducir y arrastrar por los criterios del mundo. De este modo, podremos avanzar con decisión hacia las realidades divinas para participar un día en plenitud de la resurrección de su Hijo.

Desde su Asunción a los cielos, María no deja de acompañar con amor materno a los discípulos de su Hijo en medio de las dificultades y de los obstáculos del camino. Por experiencia personal sabemos que la Santísima Virgen no sólo nos acompaña, sino que nos protege, alienta e intercede por nosotros ante su Hijo para que, postrados ante Él y acogiendo sus enseñanzas, no experimentemos nunca la soledad en el camino de la vida y avancemos con gozo hacia la patria celestial para participar un día de su misma gloria.

Partiendo de esta convicción, el papa Benedicto XVI nos invitaba hace unos años a contemplar a María como la estrella resplandeciente de luz y de belleza, que con su victoria, anuncia y anticipa nuestro futuro, la condición definitiva a la que Dios Padre, rico en misericordia, nos llama a todos sus hijos.

En nuestros días, muchos hombres y mujeres incomprensiblemente han perdido la fe o se han alejado de Dios. Como consecuencia de ello experimentan al vacío, el cansancio y la oscuridad ante el presente y el futuro de la existencia. María les muestra cada día a su Hijo para que encuentren en Él luz y esperanza, pero tienen miedo a dar el paso de la fe, a responder positivamente a sus invitaciones. Tal vez piensan inconscientemente que Dios va a quitarles algo de los que les regala cada día y no se deciden a ponerse en sus manos para que los colme de la vida, esperanza y felicidad que ansían alcanzar.

En este día, oremos juntos a María por todos los hombres y mujeres del mundo, por quienes viven con gozo su fe en Jesucristo y por aquellos que no han descubierto que Él está vivo, les ama con amor de predilección, quiere ser su compañero de camino y desea regalarles la vida eterna. Llevados de la mano de la Santísima Virgen, siempre nos resultará fácil acoger al Resucitado, confiar en su salvación y hacer lo que Él nos diga.

Con mi sincero afecto, invoquemos juntos la protección de la Santísima Virgen.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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