Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
Martes 01 de diciembre de 2015
En medio del tiempo litúrgico del Adviento, la Iglesia nos invita a celebrar con alegría desbordante la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen. Los cristianos encontramos en María la luz y el apoyo necesarios para continuar con esperanza el camino de preparación para la Navidad. Con su “SÍ” al anuncio del ángel enviado por Dios, la humilde doncella de Nazaret nos invita a responder con decisión a la voluntad divina y a dejar a Jesús entrar en nuestra vida como plenitud de sentido.
Pero, además, los cristianos, en este día, somos invitados a preparar nuestro espíritu y abrir nuestro corazón con ocasión de la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. En comunión con el Santo Padre, que hoy abre en Roma la puerta santa de la Basílica de San Pedro, todas las diócesis del mundo, y por lo tanto, también la nuestra, abriremos las puertas santas de los templos jubilares el próximo domingo, día 13 de diciembre.
Durante este año de gracia, todos los bautizados tendremos la oportunidad de descubrir, acoger, celebrar, proclamar y mostrar la misericordia entrañable de nuestro Dios. En este sentido, el papa Francisco, en la carta que dirige a Monseñor Rino Fisichella, proponiéndole sus proyectos con ocasión de la celebración del Jubileo, nos descubre sus deseos más íntimos para este año de gracia: “Es mi deseo que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz”.
La Santísima Virgen vivió y experimentó como ninguna otra criatura el amor entrañable del Padre. Toda su vida estuvo orientada al descubrimiento, la contemplación y realización de la misericordia de Dios, concretada de un modo especial en las enseñanzas y en las obras de su Hijo. Desde la experiencia personal del amor de Dios, María nos enseña que la misericordia es el atributo fundamental de Dios, la “viga maestra de la Iglesia” y la mayor de todas las virtudes.
Por esto, María, con entrañas de misericordia, se pone en camino para encontrarse con su prima Isabel. En su compañía recitará el Magnificat, proclamando la grandeza del Señor y reconociendo que su misericordia se extiende de generación en generación. También nosotros estábamos incluidos en la alabanza y confesión de la Santísima Virgen, pues somos la última generación que tiene la dicha de experimentar la bondad y la misericordia del Padre celestial hacia cada uno de sus hijos.
En los últimos momentos de la vida de Jesús, María, traspasada por el dolor y acompañada por el discípulo amado, experimentará la plenitud de la misericordia del Padre a la humanidad. Esta misericordia tiene su revelación en la muerte de su Hijo y en la oferta de perdón al ladrón arrepentido y a cuantos le han infligido aquella muerte violenta: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
En este Año Jubilar, al contemplar el testimonio de la Santísima Virgen y al venerar las imágenes que la representan, no dejemos de mirar sus ojos de dulzura y compasión vueltos hacia cada uno de nosotros. La contemplación del rostro de la Madre y de su mirada llena de ternura nos ayudará a escuchar la invitación a volver el corazón a Dios, rico en misericordia, y a recordar que esa misericordia se concreta y actualiza para toda la humanidad en la entrega de su Hijo por nosotros y por nuestra salvación en la celebración de los Sacramentos, especialmente en los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía.
Con mi sincero afecto, feliz Año de la Misericordia.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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