La Columna de Carlota con Jota
Miércoles 16 de diciembre de 2015
Ya tenemos aquí las elecciones. Pensaba no votar. Ya saben mi opinión quienes lean este periódico. Estoy harta de los unos y de otros. Bien es cierto que aunque todos los considero malos, pienso que algunos de ellos son peores. Pero pensaba que los menos malos no se merecían mi voto. Tenía intención de no votar a ninguno.
Sin embargo, me debo tragar mis palabras. Iré a votar. Dicen que de sabios es rectificar. No tengo ninguna duda que no es por esto, sino simplemente por el temor a que suban al poder algunas alternativas que, francamente, nos llevarían a escenarios que no quiero. Mi voto será un voto por negación. ¡Qué triste!
De los cuatro partidos importantes que concurren, en primer lugar elimino a los que nos prometen el paraíso bolivariano. No quiero ese paraíso ni para mí ni para nadie. Se ha probado en muchos sitios y de diversas maneras, y nunca ha salido bien. Ya quedan tres.
Después aquél del que no he oído nada sensato ni inteligente ni moderno; bueno, es que no he oído nada de nada de lo que me pueda llamar la atención positivamente. Su apellido: Sánchez. Y es que la izquierda española en vez de ir hacía arriba tiene una falta de ideas y de tirón que es preocupante. En mi vida anterior, en otro país, voté a la izquierda, cuyas ideas a poco que se esfuercen me atraen. No en España últimamente. Ya quedan dos.
Después al que habla tan bonito y dice cosas tan bien dichas que me recuerda a los anuncios producidos desde un departamento de marketing que dice todo lo perfecto que piensan que hay que decir para que te compren tu producto. Nunca me ha gustado tanta perfección; el mundo es imperfecto. Los habrá a quien les guste, pero no a mí.
Ya queda uno, el pepé. A éste me gustaría eliminarlo por los casos de corrupción por doquier que le salpican. Además, no sé qué tienen los miembros del gobierno, que suelo cambiar de cadena cada vez que sale alguno de ellos. Va más allá de una simple falta de química. Pero será a estos a quien vote. Quiero que la recuperación económica siga, y son los únicos que me aseguran que la economía puede seguir yendo por el que yo considero buen camino.
Sin embargo, me resulta imposible callar por completo a mi interior; por esto, la única duda que tengo es si me tomaré un par de copichuelas antes de ir a votar, o después. Quizá antes y después.
Ya lo saben, si ven a una mujer morena melena al viento, yendo en zigzag por la calle este domingo, seré yo después de votar. Hagan la buena obra del día: métanme en un taxi y pidan al conductor que me lleve a la Plaza de la Melancolía. Allí vivo.
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