Carta de Guadapamas
Jueves 17 de marzo de 2016
Puede parecer sorprendente, pero si tuviésemos que decir qué recordamos de especial del ‘Día del Padre’ de cuando éramos niños, seguramente la mayoría recordaríamos aquellas manualidades que teníamos que hacer en el colegio, en clase de "pretecnología" para regalárselos a nuestros padres. Porque en nuestra visión de niños, el ‘Día del padre’ era sobre todo un día festivo. Regalar a nuestros padres el clásico cenicero o pisapapeles de arcilla, o aquel mural hecho con macarrones o con pinzas de tender la ropa acompañado de un beso, era solo el preámbulo de ese día en que íbamos a pasarlo todos juntos, haciendo lo que fuese.
Hoy en día, apenas ya nos quedan recuerdos memorables de aquellos días concretos y, sin embargo, aquellos momentos juntos, esos ‘Días del Padre’ que hemos ido viviendo son los que ahora hacen que en un día como hoy volvamos a nuestros padres para darles ese beso que sin duda se merecen.
En la actualidad, no son pocos los colegios que optan por que los niños no hagan esas manualidades, simplemente porque se quiere evitar el poner a un niño en una situación de "apuro", en el que tenga que hacer un regalo para un padre que no tiene o que, aunque lo tuviese, no está presente en su día a día. Porque el regalo nunca llegaría en su día porque "hoy no toca que veas a tu padre", o peor: que el niño se lo acabe regalando a su "nuevo padre", es decir, la nueva pareja de su madre que -en muchos casos- es otro padre al que se le ha impedido cuidar de sus propios hijos, y que ahora cuida a los hijos de su actual pareja (y sin necesidad de pasar por ningún tipo de prueba psicosocial que valore su idoneidad como padre).
Si nos libramos del filtro de añoranza que nos aportan nuestros recuerdos, veremos que el hecho de que en los colegios ya no se hagan estas manualidades no está bien ni mal. Es una adecuación más o menos afortunada a la nueva realidad. Un "mal menor". Pero lo que sí es socialmente una barbaridad es que existan tantísimos niños para los que el padre no esté en su vida cotidiana y sea un mero visitador de fines de semana alternos, alguien con quien se debe pasar unos pocos días al mes, rompiendo una rutina establecida con la madre. Y es una barbaridad social porque el mensaje que los niños reciben es: “está bien que un padre vea a su hijo solamente unos días al mes". Y este mensaje lo reciben todos los niños, no solamente los hijos de padres separados, sino también sus compañeros, que no dejan de ver la realidad que tienen junto a ellos, en sus amigos y compañeros.
La respuesta a esta pregunta es clara: cuando crezcan y se hagan adultos, no entenderán el rol de padre y madre por igual, sino que entenderán el mensaje implícito y resumido de: ‘los hijos son cosa de las madres’. Y por supuesto, socialmente solo cabe esperar que actúen según lo que socialmente se les ha transmitido.
Debemos luchar por corregir esta situación. Debemos trabajar por lograr la igualdad efectiva, y educar a nuestros hijos en el convencimiento de que los niños son la responsabilidad de ambos progenitores, de padre y de madre, y de la importancia del concepto de ‘padre’ o ‘madre’ en la vida de los niños.
Un abrazo a todos los padres que día tras día se esfuerzan por demostrar a sus hijos su cariño, su dedicación y su compromiso hacia la educación y formación como personas adultas, con especial cariño a aquellos que aun viéndose limitados a un papel de visitadores de sus hijos en fines de semana alternos, no se cansan de luchar por seguir siendo los padres, en todos los sentidos, de sus hijos.
DIRECTIVA DE GUADAPAMAS.
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