OPINIÓN

Carta semanal del obispo: Las obras de la Misericordia

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

Martes 14 de junio de 2016
El papa Francisco, en la bula de convocatoria del Jubileo del Año de la Misericordia, afirma: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar la conciencia muchas veces aletargada, ante el drama de la pobreza, y de entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta de si vivimos o no como discípulos suyos” (MV. 15).

Durante estos últimos años, en algunos países hemos experimentado una fuerte crisis económica. Muchas personas, en ocasiones muy cercanas a nosotros, han pasado o están pasando aún por graves dificultades para remediar sus necesidades básicas. Ante la contemplación de esta dura e inesperada realidad, bastantes creyentes y personas de buena voluntad han manifestado con sus gestos de solidaridad los mejores sentimientos del corazón humano.

Sin hacer ruido ni anunciarse en los medios de comunicación, millones de personas en nuestro país han respondido con generosidad ante el sufrimiento ajeno y han entregado su tiempo, sus bienes y todo su ser para paliar las carencias de quienes no tenían lo necesario para un sustento digno. Con estos comportamientos, quienes fueron solidarios con sus hermanos nos han dejado un precioso testimonio de misericordia.

Ahora bien, a la hora de pensar en la práctica de las obras de misericordia, podemos incurrir en el error de creer que solamente hemos de realizarlas con las personas más pobres y con los alejados de la Iglesia, olvidando que cada día hemos de practicarlas con los más cercanos, con los que viven con nosotros bajo el mismo techo y comparten la misma mesa.

En ocasiones, las personas que están más cerca de nosotros pueden convertirse en lejanos desde el punto de vista afectivo. Este modo de actuar, olvidando la práctica del amor con los más cercanos, es una seria amenaza para la convivencia familiar y para el desarrollo social. Por eso, hemos de escuchar en todo momento la voz del Señor que nos invita a recorrer caminos de conversión, de misericordia y de compasión con todos.

Las obras de misericordia que, como bien sabemos, afectan tanto al cuerpo como al espíritu, los padres de familia han de practicarlas con sus hijos, los hijos con los padres y los esposos entre sí. Sólo de este modo evitaremos que quienes están más cerca de nosotros acaben convirtiéndose con el paso de los días en extraños y desconocidos. La pobreza material, la incomunicación, los miedos y la soledad son carencias que afectan tanto al cuerpo como al espíritu y que los cristianos no podemos ignorar.

En todo momento, hemos de ser muy conscientes de que la práctica del amor misericordioso no sólo es responsabilidad de las instituciones caritativas, como puede ser Caritas o Manos Unidas. Cada cristiano tiene la obligación de actuar siempre con entrañas de misericordia con sus semejantes, pues el mandamiento del amor es para todos. Es más, de las obras de misericordia con quienes tienen hambre, experimentan sed, están enfermos o sufren por cualquier motivo, todos seremos juzgados por Dios al final de nuestra peregrinación por este mundo. El Señor nos recuerda en el Evangelio que lo que hacemos o dejamos de hacer con los más necesitados, a Él mismo se lo hacemos.

Con mi bendición y sincero afecto, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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