Lunes 31 de octubre de 2016
Queridos diocesanos:
Los cristianos, por el sacramento del bautismo, además de recibir el perdón de los pecados, somos injertados en la vida de la Trinidad Santa e incorporados a la Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios. Por pura gracia y sin mérito alguno de nuestra parte, el Padre celestial nos concede el don de la filiación, nos regala la vida divina y nos invita a actuar siempre como hermanos de todos los hombres, especialmente de los más pobres y necesitados.
Para renovar esta gozosa pertenencia a la Iglesia de Jesucristo y para asumir con más convicción nuestra misión en la misma, todos los años, por estas fechas, celebramos el “Día de la Iglesia diocesana”. Concretamente, este año la celebración coincide con la clausura del Jubileo extraordinario de la Misericordia que tendrá lugar, Dios mediante, el próximo día 13 de noviembre. Siguiendo las indicaciones de la Santa Sede, este día, en todas las diócesis del mundo, cerraremos las puertas santas, que fueron abiertas con ocasión del inicio del Año Jubilar para recordarnos que Cristo es la verdadera y única puerta que conduce al encuentro con el Padre y con los hermanos.
El lema elegido para la celebración del Día de la Iglesia diocesana “Somos una gran familia contigo” nos permite descubrir que, aunque nadie es imprescindible, el Señor quiere contar con todos los bautizados para que colaboremos con Él en el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. Dios, que es amor, no cesa de regalarnos su amor en todos los instantes de la vida, invitándonos a mostrarlo con obras y palabras a nuestros semejantes. Respetará, no obstante, la posibilidad de que optemos por seguir caminos distintos a los que Él desea recorrer con nosotros.
En los últimos años, algunos hermanos, sin razones aparentes, han tomado la decisión de recorrer caminos opuestos a los trazados por el Señor y por su Iglesia, alejándose de la gran familia de los hijos de Dios. Como consecuencia de este distanciamiento, los restantes miembros de la familia experimentamos el dolor de la separación y la ruptura de la fraternidad. Es más, nos duele que quienes se han alejado de la Iglesia no puedan alimentarse de los dones de gracia que el Señor regala a todos sus hijos por medio de los sacramentos.
Como siempre es tiempo oportuno para la conversión y para la vuelta a la casa paterna, en esta Jornada de la Iglesia diocesana me atrevo a invitaros a renovar la adhesión a la Iglesia, nuestra madre en la fe, a progresar en la vivencia de la fraternidad y a orar por los alejados. No olvidemos nunca que, a pesar de nuestras huidas de la casa paterna y de las rupturas de la comunión fraterna, el Señor nos espera siempre y sale a nuestro encuentro para regalarnos su amor misericordioso y ofrecernos el abrazo del perdón.
Con mi sincero afecto, feliz día de la Iglesia diocesana.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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