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INTERVIU Ley del silencio en Ferraz

REDACCION | Miércoles 18 de enero de 2017
Los empleados del PSOE más disgustados con cómo se ha repartido el Gordo en la sede central del partido han cerrado la boca, dejando pasar la última oportunidad para quejarse. Triunfa una indicación de la gestora de que no se remueva más la polémica, y el asunto se cierra sin que toda la plantilla termine de creerse que los décimos premiados no fueron un regalo, sino una compra de un trabajador, primo de los loteros.

Pese a que ya va para un mes desde que los escolares de San Ildefonso cantaron el 66513, en la sede federal socialista de la madrileña calle Ferraz no hay café que tomen sus trabajadores en el que no vuelva a salir el doloroso asunto del Gordo de Navidad. Siempre en voz baja, nunca en público.

De hecho, el pasado martes, en una asamblea de toda la plantilla, los empleados de esa sede del PSOE dejaron pasar la última oportunidad de levantar la voz en torno al asunto.

La asamblea había sido convocada con antelación suficiente. Estaban llamados a acudir los 110 miembros de la plantilla.

En el orden del día, el anuncio de la subida salarial que disfrutarán los empleados del PSOE en 2017 tras cuatro años de estrecheces. No había mención en la convocatoria al incómodo asunto del premio, pero no pocos convocados esperaban que, llegado el día, alguien lo metería entre los ruegos y preguntas.

El valenciano Miquel Ángel Fernández, delegado de UGT, presidente del comité de empresa del PSOE-federal, explicó sucintamente lo que sus compañeros sabían: que la subida será de un 1,5 por ciento. Apenas diez minutos de disertación y llegó el momento: “¿Alguna pregunta más? ¿Nadie tiene que preguntar nada?”, dijo Fernández. Se trata de un hombre con experiencia no solo sindical; también política. Fue estrecho colaborador de Pedro Zerolo en vida del carismático político canario, y, en 2013, promovido por la dirigente Puri Causapié al puesto de delegado federal para políticas del colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. La pregunta se quedó en el aire unos segundos. Nadie levantó la mano. La asamblea terminó. Fuéronse los que más críticos se habían mostrado en petit comité, y no hubo nada.

Un silencio con vocación de perpetuidad cierra el asunto, pese a que la herida no se ha desinfectado. “El premio ha tocado, pero ha amargado las navidades; especialmente a los premiados”, dice uno de los no agraciados.

De hecho, la gestora del PSOE solicitó al comité de empresa que apaciguara las aguas. Miquel Ángel Fernández ha eludido explicar a interviú la postura del comité, pero el silencio basta a cualquier entendedor. La gestora se desmarcó prudentemente el día del sorteo con un comunicado aclarando que el PSOE no es una organización dedicada a la distribución de loterías, y que es asunto personal de sus trabajadores.

Amarga copa

Este episodio que vive el PSOE sería menos paradójico si el eslogan con el que se ha anunciado la Lotería de Navidad no fuera “El mayor premio es compartirlo”. No ha sido esa la consigna del grupo de agraciados, todos de la planta primera de Ferraz, a los que el cobro de sus premios no les ha eximido de tener que ir a diario a trabajar.

Ha jalonado la polémica una sucesión de silencios elocuentes, que desembocaron en el mutismo final de la asamblea. Esa reunión se celebró en la planta baja, en la sala Ramón Rubial. “A esa sala habría que hacerle algún sortilegio para quitarle el mal de ojo”, bromea un empleado de Ferraz, recordando sucesos que ha albergado últimamente. Fue en esa misma sala donde se llegó a las manos en la debacle del comité federal del 1 de octubre, cuando cayó Pedro Sánchez.

En esa sala tuvo lugar la asamblea. Y en esa sala se escenificaron los primeros forzados e incómodos silencios del caso.

La mañana del día 22 de diciembre, el PSOE había recuperado el “vino obrero”. Así llaman en esa casa a lo que en otras organizaciones es “copa de empresa”.

El ágape estaba suspendido desde el ERE de 2012, pero este año sí había vino, refrescos y canapés. Llegado el momento, alguien pinchó por megafonía La Internacional, y la concurrencia coreó el himno ante dos mastilitos de salón, con las banderas del PSOE (la histórica, del yunque, el libro y el tintero) y de UGT (la moderna, de las manos entrelazadas).

Algunos trabajadores entonaron el “agrupémonos todos” con la mirada perdida, intentando no cruzarla con las de los cuchicheadores de los corrillos. Ya era más que patente que el Gordo que había recaído sobre cinco décimos depositados en ese edificio no era para todos; solo para 13.

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