REDACCION | Miércoles 15 de marzo de 2017
En la clínica San Ramón de Madrid, a cuyo mando estuvo durante 20 años el doctor Eduardo Vela, trabajaron hasta 40 empleados y una docena de médicos. Un despliegue de personal que, sin embargo, contrasta con la escasez de testigos con que cuentan los denunciantes por casos de niños robados supuestamente ocurridos en dicha maternidad. Interviú ha localizado a uno de los ginecólogos que trabajó allí una década: “Vela era el jefe”, puntualiza el doctor Justo Lorenzo.
Sucedió una fría mañana de enero de 1980. E. P., de 34 años, iba a dar a luz a su cuarto hijo. Estaba tranquila. Hacía poco, una ecografía había demostrado la buena marcha del embarazo. La mujer y su marido cruzaron la puerta del sanatorio San Ramón, en el paseo de la Habana, de Madrid, con buenos presagios.
“La matrona, recuerdo que se llamaba Consuelo, me confirmó que estaba de parto, pero una monja me puso una inyección para dilatar más rápido, según me dijo, y me dormí”, relata E., que pronto cumplirá 71 años.
Cuando despertó, aturdida, escuchó el llanto de su bebé y también al médico –al que identifica como el doctor Eduardo Vela, director de la clínica– advertir a las enfermeras: “Dormidla, que se está despertando”. Un rato después, ya en la habitación, llegó la nefasta noticia. “Fue sor María quien me comunicó que mi hija había muerto –cuenta E.–. Me dijo: «Gracias a que Dios se la ha llevado, porque la niña venía mal»”.
La causa oficial de la muerte fue “deformaciones congénitas múltiples incompatibles con la vida”; sin embargo, el doctor Vela le explicó al padre que la niña se había ahorcado con el cordón umbilical unos días antes del parto, según consta en la denuncia que interpuso esta mujer en 2011.
Años después de aquella aciaga mañana de enero, cuando E. P. revisó los documentos de su parto en San Ramón, se llevó las manos a la cabeza: “No figura el doctor Vela como el que me atendió; es otro el que firma y certifica la muerte de mi hija. ¿Cómo es posible? ¿Por qué?”, pregunta esta catalana residente en Madrid, cuya denuncia fue archivada.
Por eso el doctor Justo Lorenzo Valls no tuvo ni siquiera que ir a declarar a un juzgado. Jubilado desde 2001, él es quien certificó la muerte de la hija de E. P., en enero de 1980, aunque ella sostiene que fue el doctor Vela quien se encargó del parto.
El ginecólogo Justo Lorenzo, de 82 años, no quiere hablar de este caso; ni de ninguno que tenga que ver con el sanatorio San Ramón, epicentro madrileño de la trama de los niños robados. interviú lo localizó hace unos días en su barrio. “Vela era el jefe”, afirma contundente e incómodo con la pregunta relacionada con las prácticas en San Ramón.
“Yo entré en San Ramón en 1970 y me fui en 1980”, se apresura a informar el doctor Lorenzo, como si ese periodo significara un salvoconducto. Quizá quiere remarcar que él no trabajaba en el sanatorio en 1969, cuando el doctor Eduardo Vela regaló supuestamente una niña recién nacida a un matrimonio estéril. Por ese caso, el doctor Vela se sentará muy pronto en el banquillo de los acusados; será el primero en hacerlo en España por la trama de los niños robados.
Justo Lorenzo realiza otra extraña afirmación: “Si yo ni siquiera conocía a sor María…”, como dando a entender que él está libre de cualquier sospecha de irregularidad en los partos de San Ramón por no haber tratado con la religiosa, fallecida en 2013, a la que señalan como responsable del robo de bebés numerosas denuncias.
“Ganaba mucho dinero”
Pero lo que el doctor Lorenzo no puede negar es su relación con el doctor Vela. Su propia familia conocía la admiración que sentía por el director médico de San Ramón. “Se jactaba de ser la mano derecha de Vela y de que este estaba muy bien relacionado”, aseguran a esta revista fuentes de la familia de Justo Lorenzo. “En aquella época, a la familia le extrañaba que Justo ganara tanto dinero como para invertir en ladrillo. Llegó a comprar un piso a cada uno de sus seis hijos”, explican las mismas fuentes.
Hijo y hermano de médicos, Justo Lorenzo se jubiló siendo ginecólogo de la maternidad de Santa Cristina, donde sor María Gómez Valbuena, años antes, había montado una auténtica agencia de adopciones. La hija de la caridad era la asistente social de la maternidad, es decir, tenía capacidad para dar en adopción a menores huérfanos. Lo malo es que, como se ha descubierto, no todos los niños lo eran. Llegó a estar imputada, antes de morir, por haber separado a una madre soltera de su hija y haber dado a la pequeña en adopción.
El doctor Lorenzo no quiso explicar a esta revista cuál era el funcionamiento de la clínica San Ramón respecto a los niños de madres solteras. Pero interviú ya lo sabe, desde que en febrero de 1982 el fotógrafo Germán Gallego fotografió una niña muerta oculta en un armario de un quirófano de Vela.
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