GUADALAJARA

Yebes busca voluntarios para destruir las plantas de ailanto que han invadido el bosque de Valdenazar

Con esta iniciativa ambiental, que se celebrará el sábado 29 de abril a partir de las 11 horas, el Ayuntamiento y la Asociación ‘Micorriza’ quieren subrayar la importancia de las especies autóctonas frente a las invasoras

REDACCION | Viernes 21 de abril de 2017

De tronco no muy grueso y hoja caduca, puede alcanzar una altura de veintisiete metros y llegar a vivir cincuenta años. Es de crecimiento rápido y muy resistente a la contaminación, lo que hace que pueda ser altamente invasora en muchos lugares. De ahí que en países como el nuestro, Australia o Estados Unidos se haya prohibido su plantación en jardines públicos, así como su posesión y comercialización, ya que se reproduce con suma facilidad y rapidez. Tiene una enorme capacidad de rebrote, es casi invulnerable a las inclemencias ambientales y desde muy temprana edad hace gala de su fecundidad al dispersar fácilmente las semillas. A diferencia de otros árboles, la tasa de mortalidad del primer año de edad es muy baja. Es el ailanto (Ailanthus altissima), una especie invasiva que se ha hecho fuerte en varias zonas del bosque de Valdenazar y que el próximo sábado 29 de abril estará en el punto de mira de los voluntarios que acudan a la llamada del Ayuntamiento de Yebes, que tendrán la misión de acabar con los pies de esta especie arbórea que campa a sus anchas en este paraje natural.

Para acabar con esta invasión, la Concejalía de Medio Ambiente y la Asociación ‘Micorriza’ organizan esta jornada de voluntariado ambiental con la que se quiere poner de manifiesto la importancia de las especies autóctonas. Y sobre todo, evitar que este vegetal intruso se salga con la suya, que es romper el equilibrio natural del ecosistema en el que se ha asentado y que pueda impedir que otras plantas crezcan con normalidad. “Es tal el potencial que tiene para reforestar sin problemas un terreno que, si no se adoptan estas medidas drásticas, en muy poco tiempo puede llegar a convertirse en la única especie del lugar”, apunta Vidal Gaitán, concejal de Medio Ambiente. En el bosque de Valdenazar ha brotado por generación espontánea y, si no se elimina a tiempo, segregaría sustancias alelopáticas por sus raíces que inhibirían el crecimiento de otras plantas autóctonas. De ahí que deba arrancarse la cepa para no complicar el desarrollo de las especies originales que habitan en este entorno.

El pasado año, una quincena de voluntarios participaron en esta experiencia, que resultó de lo más gratificante. “Sabiendo que con este esfuerzo están contribuyendo a regenerar el bosque y, lo que es aún mejor, a preservar sus señas de identidad”, apunta Vidal Gaitán. Durante más de dos horas, los participantes se afanaron en la extinción de raíz de las plantas de ailanto que había desperdigadas por Valdenazar. En total se arrancaron alrededor de 200 pies de diferentes tamaños y edades y se eliminó la parte aérea de aquellos que no dio tiempo a extraer para dificultar su expansión. El edil de Medio Ambiente incide en la complejidad que supone la erradicación definitiva de esta especie, que es difícil de eliminar una vez que se ha establecido, “ya que persiste a veces incluso después de la tala, quema o tratamiento con herbicidas”, de ahí la necesidad de extirpar año a año los nuevos brotes.

Ampliamente naturalizado en casi toda las zonas no demasiado frías de la Península, el ailanto está incluido en el catálogo español de especies exóticas invasoras. Florece de mayo a julio y se reproduce bien por simientes, pudiendo llegar a producir cada ejemplar adulto hasta 350.000 semillas al año, o por vía asexual mediante vigorosos brotes de cepa y raíz que pueden emitir incluso a más de 15 metros del pie madre. Por otro lado, es muy exigente en lo que se refiere a la calidad del sustrato, con tal de que tenga un drenaje suficiente. Se desarrolla tanto a plena luz como bajo sombra y es atacado por muy pocos insectos ya que las hojas y flores, sobre todo de los ejemplares masculinos, despiden un olor fétido. Normalmente, invade el interior de los bosques a través de los caminos o por la acción del viento y es nocivo incluso para un producto tan aséptico como la miel. “Si las abejas liban de las flores de esta especie, transmiten a la miel un sabor desagradable”, advierte el concejal de Medio Ambiente.

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