OPINIÓN

Carta semanal del obispo: “Llamados a ser comunidad”

Miércoles 14 de junio de 2017

En la Solemnidad del Corpus Christi, la Iglesia celebra solemnemente la presencia real de Jesucristo, muerto y resucitado por la salvación de todos los hombres, bajo las especies sacramentales del pan y del vino. En la Eucaristía, memorial perpetuo de la muerte y de la resurrección del Señor, Él mismo se hace realmente presente en medio del pueblo cristiano por la acción del Espíritu Santo y se realiza la obra de la redención de los hombres hasta que el Señor vuelva.

En la procesión, que tiene lugar después de la celebración eucarística, Jesucristo recorre las calles de nuestros pueblos y ciudades para bendecir a todos y para recordarnos que vive y camina a nuestro lado para conducirnos hacia el Reino de los cielos. De este modo, podemos experimentar que el amor de Dios, manifestado en la vida y en la muerte de Jesús, no es para unos pocos elegidos, sino para todos los hombres de todos los tiempos.

Cuando nos alimentamos del Cuerpo del Señor, con la debida preparación espiritual, no sólo entramos en íntima comunión con Él, sino que experimentamos y vivimos también la comunión con nuestros semejantes, especialmente con los más pobres. Jesucristo nos regala su cuerpo y sangre para que, al comer de un mismo pan, permanezcamos en su amor y podamos así mostrarlo en la entrega servicial a nuestros semejantes.

Con la imagen de la vid y los sarmientos, Jesús nos ilumina para que podamos comprender la profunda intimidad de los discípulos con Él y la comunión vital de los discípulos entre sí. Todos los cristianos, por la recepción del sacramento del bautismo, somos injertados en Cristo, la única vid verdadera. Como consecuencia de ello, a pesar de ser muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo (Rom 12, 5).

Partiendo de esta comunión con Cristo y entre nosotros, Caritas nos invita en el “día de la caridad” a crecer como comunidad de hermanos y a profundizar en la espiritualidad de comunión para superar la indiferencia ante las carencias y necesidades de nuestros semejantes. Con el lema “Llamados a ser comunidad”, nos recuerda en su campaña institucional que hemos de prestar especial atención a la dimensión comunitaria de nuestro ser, como eje fundamental de nuestro quehacer al servicio del Reino de Dios.

Por su parte, los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, en el comunicado con ocasión del Día de Caridad, señalamos que la comunidad cristiana es el ámbito donde podemos acompañar y ser acompañados, donde aprendemos a ofrecer consuelo a los que sufren y donde quienes se sienten excluidos pueden experimentar acogida y cariño. En el seno de la comunidad podemos escuchar y responder al encargo de Jesús, que nos mandó dar de comer al hambriento (Mc 6,37) y que nos invita a implicarnos en la solución de las causas estructurales de la pobreza.

La comunión con los que sufren a causa de la marginación y la exclusión tiene que impulsarnos a reaccionar ante las injusticias, teniendo en cuenta que no es suficiente prestar atención a quienes experimentan la marginación. Como nos dice el papa Francisco, no basta imitar al buen samaritano. “Es necesario actuar antes de que el hombre se encuentre con los ladrones, combatiendo las estructuras de pecado que producen ladrones y víctimas”.

Que la celebración del Corpus nos ayude a experimentar el aliento y fortaleza de este sacramento admirable para que descubramos que la participación en la vida de la comunidad es el punto de partida para superar nuestros egoísmos y para colaborar con el Señor en la construcción de una sociedad más justa y fraterna.

Con mi sincero afecto, feliz fiesta del Corpus Christi.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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