OPINIÓN

Carta semanal del obispo: “Sembrar de nuevo”

Martes 05 de septiembre de 2017

Los cristianos nunca estamos solos. Además de la presencia constante de Dios en nuestras vidas, contamos también con la intercesión de los santos y con la presencia cercana de tantos hermanos en la fe que caminan a nuestro lado y comparten nuestras ilusiones y esperanzas, nuestras preocupaciones y cansancios.

Desde esta comunión de fe y de vida con Dios y con nuestros semejantes, tenemos que salir de nosotros mismos porque la fe tiende a comunicarse. Cuando abrimos de verdad la mente y el corazón a la acción del Espíritu, recibimos siempre el impulso a salir al encuentro de los miembros de nuestra familia, de los hermanos de la comunidad y de los restantes compañeros de camino.

Como nos recuerda el papa Francisco, con tanta insistencia, los verdaderos discípulos de Jesucristo debemos salir al encuentro de todas las periferias humanas para “llenar los vacíos existenciales”, dando testimonio de la esperanza y de la verdadera alegría “para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales”.

Pero, además de salir, es necesario caminar y hacerlo con rumbo fijo. Iluminados y guiados por Jesucristo, que es quien da sentido y verdadera orientación a nuestra existencia y a nuestros compromisos diarios, hemos de vivir con la convicción de que Dios tiene un plan y un proyecto de vida para cada uno de nosotros, colmándonos de alegría si colaboramos con Él en la construcción de su Reino en el mundo.

Ahora bien, para que la salida y el camino no sean estériles, tenemos que sembrar la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo. Sin esperar los frutos inmediatos y los éxitos rápidos, la acción evangelizadora nos exige centrar especialmente la atención en el primer anuncio. Con este anuncio primero podemos decir y mostrar a nuestros hermanos que Jesucristo les ama, da su vida para salvarlos, camina vivo a su lado cada día para iluminar su existencia, fortalecerla y salvarla.

No podemos acostumbrarnos a la evangelización. Hemos de hacerla siempre de nuevo, con nuevo ardor y esperanza renovada, con nuevos métodos y expresiones. Las dificultades del momento presente para el anuncio de la salvación de Dios tienen que ser nuevos retos que Él pone en el camino para renovar nuestra fidelidad a sus promesas y para descubrir que lo que es imposible para los hombres, es siempre posible para Dios.

La apertura de mente y corazón a la acción del Espíritu Santo nos regala la alegría de la evangelización. El Espíritu nos impulsa siempre a salir, a caminar y a sembrar de nuevo, con humildad, constancia y paciencia, la Palabra de Dios para que el Señor pueda ser cada día más conocido y amado por todos los seres humanos.

Con mi bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara


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