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El Topo, lujo cinematográfico seco y sin alardes

Disculpen que no me levante. Crítica de cine. Israel Arias. Europa Press

REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
Una historia tan envolvente como compleja, una atmósfera fría y densa y un reparto de muchos quilates. Estas son las credenciales de El Topo, un thriller de espías absorbente y complejo. Una joya de esas que escasean en estos tiempos de 'misiones imposibles', 'bonds' y 'bournes'. Y no es casualidad. El Topo está basada en la novela alumbrada por la certera pluma de John le Carré, buen material para poner en las manos adecuadas. Y esas no son otras que las de Tomas Alfredson. El cineasta sueco que destacó con Déjame entrar -posiblemente la mejor película de vampiros de la última década- toma las riendas de esta compleja e intrincada historia de lealtad, conspiraciones y traiciones. SIGUE



Y no solo consigue que el caballo no se desboque, sino que además dota a la cinta de esa atmósfera que ya es marca de la casa del (buen) cine nórdico y que a esta historia le viene como anillo al dedo. A este noble fin contribuye de forma determinante la música del maestro Alberto Iglesias y la notable fotografía de Hoyte Van Hoytema.

LAS CATACUMBAS DEL MI6
El Topo nos lleva -en el sentido más literal del verbo- hasta los años más calientes de la Guerra Fría para adentrarnos en las entrañas del servicio de inteligencia británico. Hombres y mujeres que trabajan tanto para combatir y contener la amenaza soviética como para contentar a sus poderosos aliados estadounidenses.

Una misión fallida en Hungría hace que rueden cabezas en la cúpula del MI6. Uno de los señalados es George Smiley (Gary Oldman) al que abandonan al ostracismo. Pero el agente Smiley se verá obligado a salir de su retiro forzoso cuando Control (John Hurt) descubre que hay un topo entre sus hombres.

Será él quien, desde fuera y con medios precarios, tendrá que desenmascarar al agente soviético infiltrado. La lista de sospechos está reducida a unos pocos nombres de excompañeros. Los cuatro responden a los apodos de Tinker (Calderero), Soldier (Soldado), Spy (Espía) y Tailor (Sastre). De ahí el acertado título original que la cinta (Tinker, Tailor, Soldier, Spy) que -como suele ocurrir- en España nos empeñamos en cambiar.

Este es el punto de partida de una trama intrincada, compleja, llena de nombres y recovecos que se sucede sin licencias preciosistas, sin ornamentos innecesarios. El Topo es un thriller que no se pierde en diálogos trufados de obviedades que evidencian a viva voz lo que al otro lado de la pantalla ya se tendría -o al menos se podría- que haber deducido.

No hay adornos. Su ritmo seco, aunque suficientemente pausado, obliga al espectador a estar constamente en alerta, atando cabos mentalmente como si del propio Smiley se tratara. Corremos el riesgo constante de perdernos y no volver nunca a la senda argumental. Un reto apasionante que, además, tiene premio.

TOM HARDY
A esto se suma el placer que ver compartiendo planos a colosos de la interpretación de la talla de Toby Jones, Mark Strong, Colin Firth, David Dencik o Stephen Graham. Amén de los ya mencionados Hurt y el magistral Oldman. En este punto, mención especial merece el trabajo de Tom Hardy.

En sus momentos en pantalla -que tampoco son muchos- el villano del que será el tercer y último Batman de Christopher Nolan está inconmensurable. Los momentos de desesperación de su personaje son un contrapunto a la ideal a la contención y maravillosa impostura de la que hace gala el resto del reparto en los momentos de mayor tensión.

Un trabajo que hay que poner en valor y ponderar en su medida teniendo en cuenta que quienes le acompañan no son ni mucho menos interpretes menores. Era presumiblemente fácil que en alguna escena pudieran sacarle los colores, pero Hardy convierte este arma de doble filo en un activo unidireccional a su favor.

Otra razón más para disfrutar de este thriller que, insistimos, en los tiempos que corren es un auténtico lujo cinematográfico. Y si no opinan lo mismo, esperen a la última escena...


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