A continuación se reproduce, por su interés y actualidad, el acertado editorial sobre RTVE que el diario El País publica este domingo.
Las obtusas negociaciones entre el PSOE y Unidos Podemos para elegir al presidente de RTVE están en las antípodas de las prácticas democráticas. Pactar entre bastidores nombres de periodistas —algunos de ellos con sospechas de parcialidad— y hacerlo además ignorando al resto de los grupos parlamentarios no es la mejor receta para devolver a la televisión pública el prestigio y la credibilidad que requiere. Cualquier nombramiento de una empresa estatal debe hacerse con total transparencia, y tratándose de RTVE, con mayor motivo.
PSOE y Unidos Podemos parecen haber olvidado que la televisión pública es de todos los ciudadanos y que la pagamos todos. Sus responsables no pueden ser fruto de inconsistentes experimentos u obscenos repartos de poder, por mucho que se insista en que se trata de designar una presidencia temporal y transitoria hasta la puesta en marcha del concurso público.
Para los socialistas, ceder a Unidos Podemos el control de RTVE —con el riesgo de que se repitan los errores cometidos en anteriores etapas— supone abdicar de los compromisos adquiridos por Pedro Sánchez en la sesión de investidura. Si de verdad se quiere una televisión independiente y plural, enfocada al servicio público y de calidad, es necesario abrir vías de diálogo con todas las fuerzas parlamentarias y buscar el consenso. En 2006 se pudo. ¿Por qué ahora no?
Pilotar una empresa con 6.400 trabajadores y un presupuesto de mil millones de euros requiere una acreditada experiencia en la gestión. Ese es el perfil que debería tener quien asuma las riendas de RTVE. Resulta vergonzoso, como han denunciado los sufridos y admirables trabajadores del grupo, el “pasteleo político” al que hemos asistido esta semana. Todo pacto opaco perjudica la imagen de la corporación y no es tolerable en un Estado de derecho.