Juan Munguira | Sábado 08 de septiembre de 2018
Bertrand Russell decía que gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo, se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas. En el mundo financiero, un individuo con escaso nivel de cultura financiera es muy vulnerable a los vaivenes de la vida económica.
El gobernador del Banco de Inglaterra entre 1920 y 1940 decía “no explicar nada, no disculparse nunca”, era partidario de mantener el secretismo en la estrategia monetaria, ya que defendía que si el público conoce los secretos del producto, su atractivo se resiente.
La mayoría de los economistas no suele escribir mucho ni opinar excesivamente sobre la valoración de las acciones. La realidad muestra que los mercados de renta variable son sensibles, en no pocas ocasiones, a falsas ilusiones populares, el conocido efecto rebaño.
La agitación financiera de esta última etapa, especialmente en las economías emergentes, ha agrandado la distancia que hay entre lo que nos dicen que debe hacerse para calmar el mercado y lo que los mercados parecen estar pidiendo de verdad.
Existen teorías que consideran que el mercado tiende a ser perfecto, los precios que se generan son soberanos, producto del libre juego de la oferta y la demanda.
Otras teorías económicas defienden que existen asimetrías entre el precio de las acciones y la evolución de la economía. Los precios de las acciones son reflejo de los beneficios, no de los ingresos totales, reflejando realmente la disponibilidad de otras oportunidades de inversión o la falta de estas.
Invocan el fenómeno de las burbujas para refrendar aún más sus argumentaciones, afirmando que son valoraciones artificialmente altas basadas en creencias que el mercado supone ciertas, pero que al final se confirman como falsas, igual que las antiburbujas, que son valoraciones artificialmente bajas basadas en esas mismas creencias.
Sostienen que no hay relación entre el precio de las acciones y la salud de la economía, sino con alguna clase de poder del mercado como la posición de marca o la situación monopolística.
La falta de unanimidad doctrinal refleja realmente la complejidad que subyace detrás de la economía en general y del mercado bursátil en particular, así como la necesidad de expandir la cultura financiera entre todos los estratos de la sociedad.
Existen números informes internacionales que aconsejan una mejora de la cultura financiera de los consumidores, con independencia de su categorización como inversores minoristas o profesionales. El control de la vida financiera de los inversores es aconsejable que se fundamente en su propio conocimiento, evitando que la salud y equilibrio económico de sus finanzas, esté controlada totalmente por terceros.
La complejidad económica y financiera actual se complica con otras variables como las guerras comerciales, los riesgos geopolíticos y las razonables pero controvertidas políticas monetarias y fiscales adoptadas por distintos bancos centrales, que alteran artificialmente los precios de los activos, y generan, en no pocas ocasiones, la búsqueda desesperada de beneficios por parte de inversores que asumen mayores riesgos que los que la prudencia aconseja.
En el mundo financiero es recomendable modular el denominado sesgo de autoridad, que es la tendencia a sobreestimar las opiniones de determinados profesionales, por el mero hecho de ser quienes son y sin someterlas a un enjuiciamiento previo. Como decía el conocido economista Paul Samuelson “los índices bursátiles han predicho nueve de las cinco última recesiones”.
En las procelosas aguas de las inversiones financieras es también aconsejable modular el sesgo de la prueba social, que es la tendencia a imitar las inversiones que realizan otras personas bajo la creencia de que están adoptando las decisiones más convenientes, así como el sesgo de exceso de confianza, que es la tendencia a sobrestimar los conocimientos y juicios subjetivos y propios.
En España, tenemos una brillante iniciativa pilotada por la unidad de educación financiera de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, en la que tres auténticas profesionales y pioneras, Gloria Caballero, Maria Eugenia Cadenas y Isabel Oliver están sentando las bases para expandir la educación financiera entre las academias, escuelas y universidades del Reino de España.
Su voluntad inquebrantable, formación y generosidad son un ejemplo para las autoridades académicas y los gobernantes de nuestras comunidades.
En la puerta de entrada de una universidad en Sudáfrica, existe un mensaje que dice que destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas atómicas o el uso de misiles de largo alcance, solo se requiere de un bajo nivel educativo. El colapso de la educación es el colapso de la nación afirma.
La educación financiera no debe quedar al margen.
Juan Munguira
Profesor de los mercados financieros
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