Martes 09 de octubre de 2018
El pasado sábado, día 6 de octubre, celebrábamos en el colegio diocesano “Cardenal Cisneros” el XXVI Encuentro diocesano del Pueblo de Dios. Además de las reflexiones sobre el sínodo y sobre la vivencia de la sinodalidad en la Iglesia, hemos celebrado la fe en Jesucristo y hemos experimentado la alegría del encuentro con los hermanos.
En los momentos de oración y en la escucha de las reflexiones de cada una de las ponencias, todos hemos experimentado la llamada de Dios a ponernos en camino, a superar los miedos, a salir de nosotros mismos y de nuestras seguridades para avanzar con ilusión renovada hacia lo desconocido, hacia lo novedoso e imprevisible, hacia la participación en el sínodo diocesano.
Al ponernos en camino para la celebración del sínodo, no deberíamos olvidar nunca que la fe supone confianza en el Otro y en los otros. Además del Señor, que nos promete estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos mediante la constante actuación del Espíritu Santo, nos acompañan también muchos hermanos que han tomado la decisión de ser Iglesia en salida y que, con sus palabras y testimonio de vida, nos recuerdan cada día que merece la pena salir hasta las últimas periferias humanas para ofrecer la alegría del Evangelio a todos.
Entre aquellos que esperan la buena noticia del amor y de la salvación de Dios, se encuentran muchos hermanos que viven en la pobreza, en la soledad y en la tristeza. Ellos están muy cerca del corazón de Cristo y, con frecuencia, no le conocen, no han descubierto que camina con ellos para regalarles su misericordia y ofrecerles la salvación.
Además de estos hermanos, también esperan una acogida cordial y una palabra de esperanza aquellos que caminan sin rumbo, que han perdido la esperanza en sus semejantes y que se han olvidado de Dios. ¡Cuántos bautizados, injertados en la santidad de Dios y en la comunidad de sus hijos por el sacramento del bautismo, viven en la indiferencia religiosa y esperan una voz amiga y una expresión de afecto que les ayude a reintegrarse nuevamente al camino!
Para llevar a cabo esta gozosa misión, hemos de poner desde el primer momento nuestra confianza en la acción del Espíritu Santo. Si lo hacemos, desaparecen los miedos y los riesgos ante lo desconocido. Cuando nos ponemos ante la Palabra de Dios, descubrimos que lo más importante en la vida cristiana no es lo que los creyentes pensemos y realicemos, sino lo que Dios lleva a cabo, mediante su gracia, en nosotros y por medio de nosotros a favor de los demás.
Por eso, para la celebración del sínodo diocesano, como para cualquier otra actividad eclesial, es absolutamente necesario que todos nos pongamos en actitud de conversión, abriendo nuestra mente y nuestro corazón a la voz de Dios y a las insinuaciones de su Espíritu. Ellos han de ser los conductores y los guías seguros para la realización de la misión evangelizadora y para el desarrollo del sínodo diocesano.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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