Los versos sueltos de Natalia
Martes 16 de abril de 2019
Inmerecido regalo
Se aferra al pie de la Cruz y sus lágrimas se juntan con la sangre que brota de sus heridas.
Su desesperación detiene el instante, para el tiempo.
El polvo y la arena se anegan de dolor oscureciéndose.
Sus rodillas ennegrecidas de tanta súplica, gastadas de tanta adoración, supuran lamentos y gemidos de madre incapaz de soportar el sufrimiento de un hijo que poco antes de ayer acunaba en su regazo, consolaba con su simple abrazo.
Derrotado por la pesada corona de crueles espinas, reposa la cabeza en el pecho henchido de corazón y de alma.
Suplica misericordia para sus verdugos y cierra los ojos.
María grita desgarrándose la garganta, quebrándose los labios, clamando al cielo que se cubre de nubes oscuras y solloza de ira una calima parda, que viste de luto la faz de la tierra.
El suelo tiembla y se resquebraja abriendo una brecha que deja hueco a cualquier infierno, a todas las maldades.
La sangre de sus heridas sigue brotando para no parar nunca.
Las lágrimas de María continúan mezclándose con el polvo, llorando por nosotros que devolvimos inconscientemente al cielo el mejor de los regalos, como ególatras que mirándose al espejo solamente son capaces de ver el reflejo de su interminable e ilimitada finitud.
Natalia Sanchidrian Sainz
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