En estos días de confinamiento obligado e impuesto, me viene a la memoria un libro que leí hace ya bastantes años. Llevaba por título “El principio de Peter” y en los setenta fue uno de los más vendidos en el mundo.
El autor del libro (lo escribió junto con el guionista Raymond Hull) fue el canadiense Laurence J. Peter. El libro presentaba las conclusiones de un estudio coordinado por la Universidad de Yale con más de 130 empresas americanas. En esencia y básicamente viene a sentenciar que todo empleado tiende a ascender hasta… su nivel de incompetencia. Señalaba, con casos reales, que los empleados que mejor hacían su trabajo (en sus respectivos departamentos o áreas) eran premiados y ascendidos a cargos de gerentes, y demostraba que estos mejores trabajadores (premiados con un ascenso) no siempre eran (ni mucho menos) los mejores gerentes.
El estudio demostraba, con casos reales, que las empresas promocionaban a los mejores vendedores, especialmente al mejor vendedor dentro de un equipo, pero luego ese empleado “ascendido o promocionado” era un mal administrador o gerente.
El caso paradigmático se daba en el sector de la automoción. Un buen mecánico o el mejor vendedor de coches era ascendido a gerente del taller o director del concesionario de vehículos, siendo constatable- al poco tiempo-su incompetencia para dirigir o gerenciar la empresa, llevando a la empresa al escenario de los números rojos y abultadas pérdidas.
Quedaba pues demostrado que todo empleado-para premiarle y reconocerle su buen trabajo- tiende a ascender hasta…su nivel de incompetencia.
Me comentaba el otro día un alto directivo del Colegio de Economistas de Madrid que estaban constatando el perjuicio económico y daño social que estaban ocasionando las decisiones tomadas por los “políticos y la Administración”-central, autonómica y local-. Y entre, otras causas, lo achacaba principalmente a que, hoy día,“nos gobiernan y mandan los de la Logse”.
Y es que desde 1990 (año que se aprobó la Logse) son innumerables las reformas, parches y revisiones que “ha sufrido” la Ley que tiene que ser la base y motor de cualquier país…Me produce admiración y cierta envidia cuando hace 30 años comprobé personalmente en Francia cómo funciona la Ley de Educación del país vecino, que pese a pequeños retoques e inevitables actualizaciones sigue manteniendo la misma Ley de Educación desde…¡1959!
Volviendo a este nuestro país, todavía llamado España, y a la vista de la encrucijada vital en la que el planeta mundo se ve envuelto, es fácil colegir cómo un Secretario General de un partido, (que supo rehacerse, revolverse, y doblegar a su partido), un avanzado en marketing (que triunfó en ganar campañas electorales locales -alcaldía de Badalona- e incluso autonómicas-presidencia de Extremadura ) y un mediocre profesor universitario (especialista en agitación estudiantil y manifestaciones) hayan ascendido a Presidente del Gobierno, a Director de Gabinete del Presidente y a Vicepresidente Segundo del Gobierno de España.
Expertos los tres en el cortoplacismo, triunfaron en ganar elecciones primarias en su partido, en ganar campañas electorales y en “tomar las calles por asalto” pero, cumpliéndose a rajatabla el Principio de Peter, han devenido a su mayor nivel de incompetencia.
El buen trabajo que los tres hicieron en sus respectivos ámbitos de actuación les fue recompensado…con un ascenso. Y como se está demostrando, su incompetencia y falta de nivel profesional para el cargo que ocupan está llevando a la empresa-en este caso, a España- al “escenario de los números rojos y abultadas pérdidas” (y lamentablemente, no solo económicas…).
Hoy más que nunca toma fuerza aquel aforismo atribuido a Churchill (otros se lo conceden a Bismarck) que dice que los políticos-mediocres- piensan en ganar las próximas elecciones, los estadistas piensan en las próximas...generaciones.