Es una exposición fotográfica de fiestas tradicionales, con trabajos de Jesús de los Reyes, con 35 imágenes tomadas en 29 localidades de Guadalajara.
Imágenes de botargas, procesiones, 'bandereos', hogueras, danzas, loas, diablos, vaquillones o soldadescas… un largo mosaico de personajes y manifestaciones populares que, presentadas en esta exposición, conforman un mosaico inigualable de la Guadalajara festiva que, en estos días y hasta el próximo 4 de agosto, se puede ver en la Ermita de San Roque, en horario de 12:30 a 14 horas, y de 20 a 21:30 horas.
La exposición la integran 35 imágenes tomadas en 29 localidades diferentes de la provincia de Guadalajara. Todas son obra del fotógrafo Jesús de los Reyes. Naturalmente, hay varias de Sigüenza, que reflejan la Semana Santa, y los armaos, o las Jornadas Medievales.
La exposición fue inaugurada este pasado viernes, con unas palabras de la concejala de Cultura, Ana Blasco, y forma parte de la amplia programación cultural programada por el Ayuntamiento de Sigüenza para este verano.
El corazón en danza, según Jesús de los Reyes
La pálida luz de octubre, cansada de enero, prometedora de mayo y vibrante de julio dibuja la gastada geografía de la provincia de Guadalajara, quebrada en dos realidades, una densamente poblada por un hombre cada vez más confundido y la otra, bella tierra durmiente, soñando con el milagroso beso que la despierte, demasiado pausada y despoblada del hombre, aquel que da medida a nuestro paisaje, aquel que viven y conserva la tradición, una de las manifestaciones que forjan la cultura castellana.
Las raíces de este universo tradicional beben del mito y del rito, de la leyenda y la historia, se sirven del fuego renovador, del agua que purifica, de cruces y de gestos, de música y olores a incienso y a hierbabuena, de pétalos al viento, de santos milagrosos, de narices deformadas y de lenguas atroces entre atroces dientes… de giratorias banderas que hablan valiéndose del aire con el cielo, de blancos y densos encajes, de negras y castellanas capas, de almidones con lazos que entre felices danzas dibujan festivos versos de colores, de cintas al viento y al viento también poemas y castañuelas.
Por él, pululan gigantes, enanos juguetones y amables monstruos, osados guerreros, encantadoras princesas, cerúleos sacerdotes, niños con bigote. También lo surcan sonidos de guitarras y tambores, que hablan de amores, de mayos con flores y alegres dulzainas, roncos trombones… se rodea también de derruidos castillos, de tapizadas plazas con espliego y de ermitas cuyos únicos fieles son los árboles de olores y sabores y de tantos, tantos colores…
El fotógrafo ha visto, y refleja en la muestra, velas que titilan cansinas en las oscuras criptas, alargadas sombras de cornudas bestias que doblan las esquinas al son de cascabeles y cencerros, el brillo en la mirada de mujeres que imploran apretando entre sus manos un cuajado manto… hombres duros, orgullosos, que en oración suplican bajo la lluvia y ajenos al gentío lloran abrazados como niños tras acabar la danza y niños que bailan y miran como el más recio de los hombres; ennegrecidos diablos que al anochecer corren hacia los pueblos, inmaculados ángeles que se adornan de inocentes ojos y empuñan espadas vengadoras, pies descalzos que sangran encadenados a una promesa, esforzadas batallas de corazas picas y alabardas entre el polvo del palenque y blancos danzantes suspendidos en el aire que saben parar el tiempo…
Así, y después de recorrer este país en calma, ha sabido regresar, con los mejores espejos de esta tierra encantada, para captar parte de lo que es, parte de lo que ha vivido entre estas gentes de bien.