REDACCION | Domingo 13 de diciembre de 2020
El Palacio Real de Madrid muestra por primera vez en conjunto nueve tapices de Rafael, idénticos a los que ideó para que acompañaran los frescos de Miguel Angel de la Capilla Sixtina, y cuyos hilos sirven para desentrañar uno de los capítulos más interesantes de la historia del arte.
Sin una mirada experta, es difícil apreciar la importancia de estas obras, pero cuando vieron la luz en 1519 levantaron tal revuelo, que todos los grandes monarcas de la época, como Enrique VIII de Inglaterra o Francisco I de Francia, quisieron su propio ejemplar.
El papa León X quería aportar su grano de arena a la Capilla Sixtina, así que encargó a un joven Rafael en 1515 una serie de cartones -la base del tapiz- con historias de los apóstoles para que adornaran la parte baja de las paredes, que están pintadas con cortinas falsas.
En 1519 ven la luz por primera vez en la misa de San Esteban y el impacto fue tal, que el maestro de ceremonias Paride de Grassi recoge en sus diarios el "estupor y la admiración" del público por la obra, que apostaba por escenas poco comunes en el repertorio religioso como “La curación del paralítico” o “La pesca milagrosa”.
La modernidad había llegado por fin a los tapices, unas obras más exclusivas que los cuadros y, que en el caso de la obra de Rafael costó más que los propios frescos de Miguel Angel. Donde antes entonces había “horror vacui” y figuras apelmazadas, ahora desfilaban figuras perfectas, paisajes, perspectiva y una historia fácil de entender.
“La serie marcó un antes y un después en el género”, explica la conservadora de tapices de Patrimonio Real, Concha Herrero, comisaria de la exposición, que se inaugura mañana y que es la primera organizada por Patrimonio Nacional desde el confinamiento.
Rafael murió sin ver expuestos sus tapices, que solo volvieron a salir en contadas ocasiones de los archivos. Una falta de presencia que la leyenda atribuye a Miguel Ángel, que no quería que sus frescos rivalizaran con la famosa obra.
La rivalidad acabó en parte este febrero cuando el Vaticano colocó los tapices durante una semana en la Sixtina con motivo de una exposición excepcional para conmemorar el quinto centenario de la muerte de Rafael.
Todos los reyes europeos querían tener la obra de Rafael en sus colecciones de tapices, un objeto de auténtico lujo. Cuando Felipe II viaja a Países Bajos para casarse con María Tudor, encuentra una serie completa y ya terminada en el taller de Jan van Tieghem, no lo piensa dos veces y se hace con ellos.
Esos tapices son los que ahora se pueden ver en la monumental galería central del Palacio Real de Madrid. El estado de conservación de las obras es excepcional, mejor que los del Vaticano, ya que están hechos en seda y lana y no con hilo de oro y plata, por lo que no se han oxidado.
En estos paños se pueden ver una serie de escenas hasta entonces poco comunes en el imaginario religioso como “La curación del paralítico”, “La lapidación de San Esteban”, “La conversión de Saulo” o “La pesca Milagrosa”, este último uno de los favoritos de Carmen García Frías, conservadora de pintura y experta en Rafael de Patrimonio Nacional.
“Son unos tapices espectaculares, son como verdaderas pinturas. El paisaje tiene una importancia primordial, los artesanos reprodujeron las gradaciones de color del agua o la vegetación de una manera espectacular”.
La exposición, que inaugura mañana la Reina Letizia está incluida dentro del recorrido de la visita del Palacio Real de Madrid.
Las obras que se podrán ver desde mañana son solo una muestra de la grandiosa colección de tapices de Patrimonio Nacional, que atesora una de las más importante del mundo, con tres mil piezas primorosamente guardadas en sus archivos.
Además de 500 paños de la misma época y dimensiones de los expuestos hoy, conservan “algo que no tiene nadie”: los tapices de Goya, un pintor que, como Rafael, revolucionó el género.
“El arte del tapiz es uno de los artes menos promulgados”, explica Herrero. Cuando ella estudiaba no se dedicaba ni una asignatura a este tipo de obras y ahora se conoce algo más -pero mucho menos de lo que se merecen, por eso, este tipo de obras, avanza-, tendrán especial presencia en el futuro Museo de Colecciones Reales.
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