REDACCION | Martes 19 de enero de 2021
El templo cristiano de Nuestra Señora de la Asunción de Pinilla de Jadraque fue construido en un periodo incierto entre finales del siglo XII y principios del XIII en estilo Románico rural. Su buena factura y conservación le han permitido convertirse en uno de los vestigios más bellos que el Medievo ha dejado por tierras serranas. Durante este momento toda la comarca de la Sierra Norte sufre un importante impulso económico y cultural, consecuencia, en parte, del cariño que el rey Alfonso VIII le debía de tener a estas tierras del señorío de Atienza después de que ésta le diera refugio y lo salvara de las tropas leonesas cuando era un niño.
Este periodo de bonanza queda patente en Pinilla de Jadraque, no sólo en la construcción de su iglesia, sino en el paso de varias rutas comerciales por su tierra (sobre todo la ruta salinera) que llevarían a la construcción de un puente de piedra, posiblemente también hacia los siglos XII-XIII, que aún vadea en parte el cauce del río Cañamares.
Aunque la iglesia sufrió grandes reformas durante el siglo XVII, los restos que se conservan de su construcción original sobresalen por su belleza, como el arco del triunfo de la nave interior, o los pórticos sur y oeste. Es en este último en el que se encuentran los capiteles más profusamente decorados, que tenían como objetivo relatar de una manera visual los mitos imperantes a la población, en su mayoría, analfabeta.
De los dos capiteles historiados del pórtico occidental, uno cuenta de una manera magistralmente simple la vida y muerte de Jesucristo a través de la sucesión diacrónica de sus cuatro caras: una parece mostrar el momento de la Natividad; la segunda, la Epifanía; la tercera muestra un Descendimiento y la cuarta representa a un Cristo en Majestad triunfal. Sin embargo, en el otro capitel, lo que podemos ver es una escena en la que dos tritones, seres mitológicos mitad hombre, mitad pez, ofrecen peces a tres figuras humanas muy lujosamente vestidas (aparentemente dos hombres y una mujer).
No se trata, evidentemente, de ningún mito bíblico. Entonces, ¿qué hace en un lugar tan destacado de un templo católico? Muchas han sido las hipótesis planteadas: el pez como símbolo de felicidad y prosperidad conyugal, una alegoría al mito de Adán y Eva, la representación de un pasaje del folklore popular… Sea como fuere, siempre será uno de los muchos misterios que alberga la Sierra Norte de Guadalajara y que merece la pena vivir de cerca.
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