Martes 06 de abril de 2021
El día de Viernes Santo, el papa Francisco presidía los oficios litúrgicos en la basílica de San Pedro. En esta celebración, el cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, pronunció la homilía. En la misma invitaba a los participantes a examinar su pertenencia a la Iglesia y a revisar la vivencia de la fraternidad.
El Santo Padre, en distintos momentos de su pontificado, pero de un modo especial en la encíclica Fratelli tutti, denuncia con gran valentía los egoísmos, injusticias, divisiones y enfrentamientos armados que hacen muy difícil la consecución de una paz estable en el mundo e invita a todos los seres humanos, creyentes o no creyentes, a trabajar con esperanza y decisión por el logro de una fraternidad humana universal. Para quienes nos confesamos discípulos de Jesucristo, el fundamento y la causa última de esta fraternidad está en el Evangelio, pues como señala el Papa, de la Palabra de Dios fluye “para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos” (FT 277).
En virtud del sacramento del bautismo, los cristianos hemos sido constituidos hijos de Dios y miembros vivos de su Iglesia. A lo largo de la vida, compartimos las enseñanzas de Jesucristo, recibimos el mismo Espíritu y somos enviados al mundo para mostrar la familia de los hijos de Dios. Por ello, podemos confesar que tenemos un Padre común y que somos hermanos de su Hijo, el “primogénito de muchos hermanos” (Rom 8, 29).
Esta fraternidad con Jesucristo y entre los miembros de su Iglesia ha experimentado dificultades a lo largo de la historia. En la actualidad, el Padre Cantalamessa señala que “la fraternidad católica está herida”, pues las ideologías culturales y políticas prevalecen sobre las motivaciones religiosas y eclesiales. Cuando las ideologías mundanas se anteponen a las verdades evangélicas, se olvida que el Reino de Dios no es de este mundo y que la comunión eclesial es el fundamento de la misión evangelizadora.
La celebración de la muerte y resurrección del Señor nos recuerda que Jesucristo no se dejó aprisionar por los criterios de los grupos políticos y religiosos de la época, sino que actuó en cada instante en plena fidelidad a la voluntad del Padre. Esta disponibilidad al querer el Padre, Jesús la pedirá también para quienes quieran ser discípulos suyos. La contemplación de la comunión fraterna de las primeras comunidades cristianas a partir de la escucha de las enseñanzas de los apóstoles y de la participación en la fracción del pan podría ayudarnos durante el tiempo pascual a revisar la vivencia de la identidad cristiana, de la comunión eclesial y la preocupación por la fraternidad universal.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz cincuentena pascual.
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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