REDACCION | Miércoles 28 de julio de 2021
Profundamente creyentes. Por su obediencia incondicional a Dios destaca el testimonio de Abraham, nuestro padre en la fe. El patriarca obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia sin saber a dónde iba (Heb. 11, 8). Por su fe, vivió como peregrino y extranjero en la tierra prometida, confiando únicamente en la promesa de Dios.
En el Nuevo Testamento, la Santísima Virgen aparece como la realización más perfecta de fidelidad a Dios y de la “obediencia de la fe”. En comunión con Ella, hemos de valorar también la fe de su esposo José. Desconcertado y angustiado por
el embarazo de su mujer, en un primer momento, José toma la decisión de romper el trato con María, “repudiándola en secreto”, pues no quiere denunciarla públicamente (Mt. 1, 9).
Sin embargo, ante el testimonio del ángel, enviado por Dios, san José no duda en recibir a María en su casa respondiendo así con un acto de total confianza a su invitación. Las oscuridades del camino son iluminadas por la intervención de Dios en su vida. A pesar de las dificultades de tipo social que pudiera generar su decisión, José asume la paternidad legal de Jesús y toma la decisión de llevar a cumplimiento la misión confiada.
Los cristianos hemos recibido el don de la fe como un regalo inmerecido de Dios en el bautismo, pero esa fe inicial debemos acrecentarla a lo largo de la vida. Ademásde pedir al Padre, como nos recuerda Jesús, que aumente nuestra fe débil, hemos de personalizarla, es decir, hemos de preguntarnos si damos importancia a la fe en los distintos momentos de la vida, si verdaderamente conocemos al Dios en quien decimos creer, si sometemos nuestros pensamientos y nuestra voluntad a sus enseñanzas.
Muchos hemos tenido la dicha de ser acompañados desde la niñez en el descubrimiento de la fe por nuestros padres, por los catequistas y sacerdotes. Con el paso de los años, hemos podido ahondar en la importancia de la misma como verdadera luz para orientar nuestros pensamientos y acciones en la familia, en el trabajo o en la convivencia social.
En la actualidad, ante la propagación de la pandemia y la incertidumbre ante el futuro, muchas personas con fe débil tienen miedo y viven desconcertadas. Los cristianos no podemos caer en la desesperación ni dejarnos arrastrar por el desánimo ante los problemas y dificultades de la vida, pues sabemos que Dios nos ama, cuida siempre de nosotros y nos acompaña con misericordia infinita.
Ante las pruebas de la vida y las dificultades del camino, los cristianos hemos de responder con la fe, renovando cada día la confianza en Dios, pues Él nos habla a través de los acontecimientos de la vida y cuida siempre de nosotros: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
Noticias relacionadas