REDACCION | Miércoles 22 de octubre de 2014
El negocio de la prostitución crece en España con un notable aumento de clientes jóvenes y de turistas, según distintos expertos, que cifran en un 90% el número de mujeres que venden su cuerpo en contra de su voluntad. El prestigiosos rotativo estadounidense The New York Times acaba de publicar un artículo en el que se hace eco del floreciente negocio de la prostitución en España, poniendo de ejemplo lo que sucede en La Jonquera, en la frontera catalana con Francia. SIGUE
Allí, advierte el diario, si antiguamente el negocio de la venta de artesaría y de productos de consumo más baratos a los vecinos franceses era lo que primaba, ahora como se hace dinero es con la prostitución. Siendo lugar de paso y de descanso de cientos de camioneros y con unas leyes sobre prostitución más laxas que las galas, en La Jonquera se encuentra el Club Paradise, que con sus 101 habitaciones es uno de los mayores prostíbulos de Europa.
The New York Times recoge también el hecho de que de las entre 200.000 y 400.000 mujeres que se estima ejercen la prostitución en España cerca del 90% están controladas por mafias. Según informes de policías y abogados que citan, el número va en aumento y el porcentaje sigfinica que la mayoría de ellas trabaja en el sexo en contra de su voluntad y se estaría hablando de un delito de tráfico de mujeres.
Significativo, a la vez que preocupante, es también el hecho de que, según informes del Ayuntamiento de Barcelona, se está produciendo un cambio en la edad del cliente sexual con la incorporación creciente de los jóvenes a este tipo de servicio. Del mismo modo, esos informes hablan de que cada vez son más los jóvenes turistas que demandan servicios sexuales, hecho que contribuye a la buena marcha del negocio.
Un estudio de Naciones Unidas del año 2009 indica que el 39% de los hombres españoles ha ido con meretrices al menos una vez en su vida.
The New York Times cierra el artículo destacando el limbo en el que la ley española tiene a la prostitución, el hecho de que hasta 2010 la legislación española ni tan solo distinguía entre tráfico de personas e inmigración ilegal y lo "aceptada" que está la costumbre de cerrar los encuentros de negocios con una cena y una visita a un prostíbulo.
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