Miércoles 22 de octubre de 2014
Si yo fuera un trabajador de Bankia con quince o veinte años en la entidad, que los hay, y muchos, sentiría una profunda tristeza y una insoportable indignación. Me preguntaría dónde irán a parar las bibliotecas, las becas, la ayudas al emprendimiento, a mayores, las guarderías y el apoyo a la cultura, que durante décadas esta entidad ha venido desarrollando. Los propios trabajadores de Bankia donde yo también tengo la cuenta -y no tengo miedo- me contestan: "donde entran los políticos lo destrozan todo". SIGUE
Un Estado que en sus más de treinta y cinco años de democracia no ha sido capaz de desarrollar leyes de filantropía, no sólo acaba de arruinar a un banco con sus cuitas políticas, sino que ha finiquitado con él, décadas de función social, no sólo de Caja Madrid y Bancaixa, sino de otras cinco Cajas de Ahorro españolas.
Rodrigo Rato, su presidente en los últimos dos años, tuvo que navegar en un barco que ya hacía aguas cuando él llegó. Como ex gerente del FMI conocía perfectamente la baja calificación de Caja Madrid, (y también de Bancaixa) debido a la burbuja inmobiliaria española y a la pésima gestión de su antecesor, Miguel Blesa, que viendo la deriva la entidad y sobre todo la fragilidad de su futuro en la empresa, firmó unas indemnizaciones para ejecutivos por valor de, nada menos 25 millones de euros.
Lejos de pensar en los pensionistas y las necesidades de los clientes, cuando se puso al timón, el insigne Rato lo primero que hizo fue subirse el sueldo en un millón más de euros, hasta los 2,3 de retribución anual, por si acaso, y doblar las dietas de sus consejeros, entre los 300 y los 900.000 euros, para tenerlos calladitos y contentos sin nada que hacer. Además destinó 4.000 millones a sanear unas cuentas ficticias con la pretensión de engañar a los mercados. Acto seguido decidió, más por vanidad que por eficacia, salir a bolsa en el peor de los escenarios posibles.
Con esa visión, intolerable y propia de unos años de capitalismo salvaje, no sólo ha generado un agujero de cerca de cinco mil millones de euros, sino que ha inoculado la angustia en el cuerpo a más de diez millones de ahorradores que ahora dudan entre retirar sus ahorros o entregarse por completo a la estupefacción. Añaden a ello, los ahorradores digo, su inseguridad con la educación de sus hijos, el desahucio de sus casas o la falta de garantía de ser bien atendidos por un sistema sanitario que también está en quiebra. Gracias a la forma de resolver de un Gobierno, el popular, que en un alarde de imaginación sólo conoce el camino de los recortes sociales para luchar contra la crisis y segar de raíz cualquier posibilidad de crecimiento. Lo de siempre, más sacrificios a los de abajo para pagar exorbitantes cifras a los que les conducen al abismo.
Los empleados de Bankia se deben de estar tirando de los pelos al recordar los 300 años de buen funcionamiento de Caja Madrid. Un humilde trabajador de Bankia, que ve como puede irse a la calle en cualquier momento con una indemnización ridícula, estará recordando también aquellos tiempos en los que los directivos eran profesionales del sector y no políticos.
Aquellos años en los que ser trabajador de esta caja era un orgullo y una seguridad. Recordará también la guerra de cloacas, a principios de 2010, entre Rodrigo Rato y Miguel Blesa, los dos últimos presidentes en los últimos quince años en los que Caja Madrid está bajo palio del Partido Popular.
A la postre, a pesar del espectacular desembarco de estos ejecutivos, se ha puesto de manifiesto que eran inexpertos en el mundo de la banca. Que han actuado como cobayas de lujo en el escenario de las guerras personales entre dos egos madrileños de gran magnitud, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. Y como telón de fondo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
A ese trabajador honrado, le resonarán en los oídos las palabras de la aristócrata doña Fuencisla Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, hija y nieta de condes, por parte de madre y Condesa de Murillo y Grande de España por matrimonio, como diría mi colega -el gran periodista y hacedor de perfiles, Ignacio Ruiz- cuando no consiguió nombrar a su delfín, el presunto corrupto Ignacio González, aficionado a los apartamentos de lujo en Marbella, "pero se lo hemos quitado [un consejero] al hijo puta" (referido presuntamente a Gallardón)., dijo la ilustre Condesa de Murillo.
Rato fue una apuesta de Génova contra Sol. O lo que es lo mismo, de Rajoy y Gallardón contra Esperanza Aguirre. Ganó Génova y Rajoy pudo imponer como presidente de Caja Madrid a Rodrigo Rato, ex vicepresidente económico de Aznar y ex gerente del Fondo Monetario Internacional. En teoría brillante economista hasta que dejó de serlo cuando tuvo que demostrar su más que dudosa eficiencia en el FMI, del que salió al día siguiente de arreglarse una renta vitalicia cercana a los cien mil euros mensuales, alegando motivos personales.
Fruto de aquella pelea política, la Caja sufrió una fuerte caída del margen financiero, más endeudamiento en los mercados internacionales, un incremento sin parangón del crédito hipotecario a inmigrantes, particulares, jóvenes insolventes, empresas de construcción y todo tipo de deudores de dudosa solvencia. Todo ello es lo que, a la postre, ha generado la bola de pérdidas hoy inasumible.
Gómez a favor de la nacionalización.-
En el Partido Socialista de Madrid que, condicionado por una política de hechos consumados, en su día apoyó a Rato frente al candidato de Aguirre, de Ignacio González tampoco se conoce ninguna experiencia en el sector bancario, hoy se echan las manos a la cabeza ante tamaño desaguisado. Tomás Gómez pide responsabilidades a Esperanza Aguirre y al Partido Popular y exige una explicación urgente del Presidente del Gobierno en el Parlamento y la comparecencia de Miguel Blesa, Rodrigo Rato, Alberto Ruiz Gallardón y la propia Esperanza Aguirre, en la Asamblea de Madrid.
Enrique Cascallana, secretario de Comunicación del Partido Socialista de Madrid, ha recordado el agujero que Blesa dejó de 1.000 millones de euros en Martinsa. Incluso ha llegado a comparar la falta de responsabilidades exigidas a los dirigentes de Caja Madrid, ahora Bankia, en contraste con el caso de la Caja Castilla La Mancha.
Cascallana ha insinuado que alguien pueda estar moviendo los hilos para conceder financiación pública a Bankia con la intención de después malvenderla. Su jefe de filas, el secretario General del PSM, Tomás Gómez es uno de los pocos lúcidos políticos españoles que vio venir la debacle y el primero que se manifestó a favor de que el sector financiero que salga de Bankia, sea público para poder hacer que España genere actividad económica que pueda ayudar directamente a las familias que están atravesando por dificilísimos momentos.
Los trabajadores de la antigua Caja Madrid apelarían al sentido común y a la transparencia y piden que se vayan los políticos, todos. Se sienten insultados ante las millonarias remuneraciones de los directivos cuando sus puestos de trabajo, desde hace más de un año y medio están en el alero. Con estos ánimos es prácticamente imposible transmitir una sola palabra de consuelo a sus sufridos clientes.
Gestión nefasta de la salida de Rato.-
El Gobierno ha tardado diez largos días de incertidumbres en comparecer y mientras, algún premio Nobel anda escribiendo por ahí que "España podría tener un corralito". Eso, observando el panorama desde los Estados Unidos, queda muy bien, pero tamaña boutade, sobre el terreno, es una auténtica irresponsabilidad. Demasiados bomberos inflamantes tiene en estos momentos la economía española que arde por los cuatro costados y en realidad, con mayor dosis de transparencia y eficacia, muchos problemas se habrían evitado.
La salida de Rato no podría haberse planteado en peor momento y con menos cabeza. Las declaraciones del portavoz popular Floriano, echando las culpas al Banco de España y a su director Miguel Angel Fernández Ordoñez se asemeja a una guerra de tontos, muy tontos, que van en el mismo barco, jugando a ver quien lo pincha primero.
Al parecer la guerra entre el ministro de Economía Luis de Guindos, y su ex jefe, Rato, que se negó a acatar las órdenes dadas a principios de enero por el presidente Rajoy para que Bankia se fusionara con la Caixa y así obtener algún favor de la Generalitat de Artur Mas, ha servido para ensanchar el ego y el bolsillo de Rato y de sus consejeros pero a cambio ha llenado de angustia y más incertidumbre a los ahorradores madrileños y españoles que confiaron en su caja de toda la vida.
Pero a estas horas de la película ¿a quién importa esto? o es que alguien, algún mercado, de esos que llaman anónimos, está provocando y esperando el hundimiento de Bankia para comprarla a precio de saldo.
Ya sabemos que las acciones han caído un 70 por ciento en el último año, sólo un 30 por ciento desde la puesta en escena de la sustitución de Rato por Jose Ignacio Goirigolzarri, tan torpe, tan torpe, que a los hombres y mujeres que trabajan o tienen sus ahorros en Bankia les da mucho que pensar. Y a algunos economistas también. Ya se sabe, en nombre del anonimato se cometen los peores crímenes.
Concha Minguela en Peroditas Digital
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