Martes 05 de diciembre de 2023
El próximo día 23 de diciembre, Dios mediante, tomará posesión de nuestra querida diócesis de Sigüenza-Guadalajara monseñor Julián Ruiz Martorell. Su ministerio, como nos recuerda el Concilio Vaticano II, siguiendo el ejemplo de Cristo, el Buen Pastor, ha de estar orientado al servicio de Dios y de los hermanos que le han sido confiados.
Desde este sólido fundamento, ha de realizar las funciones de enseñar la Palabra de Dios, de santificar mediante la celebración de los sacramentos y de gobernar desde el servicio.
Como sucesor de los apóstoles, el obispo tiene una misión insustituible en el Pueblo de Dios. Además de ser vínculo de unidad con el Santo Padre y con los demás obispos, tiene que vivir la preocupación y el acompañamiento pastoral de los miembros de la diócesis que le ha sido confiada por el Santo Padre, poniéndose al servicio de cada uno de ellos.
En el ejercicio de su ministerio pastoral, el obispo debe actuar siempre como principio y fundamento visible de la unidad de su diócesis. Para ello, promoverá la unidad en la misma fe, en el amor y en las enseñanzas de la Iglesia entre todos sus diocesanos, colaborando así al impulso y promoción de toda actividad pastoral en su diócesis. De este modo, todos los bautizados podrán sentirse parte viva del entero Pueblo de Dios.
La práctica de la eclesiología de comunión compromete especialmente al obispo a promover y favorecer la participación de las distintas vocaciones eclesiales en la única misión evangelizadora de la Iglesia. En virtud del sacramento del bautismo, todos los cristianos, tanto singularmente como asociados a otros hermanos en la fe, tenemos el derecho y el deber de colaborar, según la propia vocación y según los dones recibidos del Espíritu, en la misión que Cristo ha confiado a su Iglesia.
Por eso, para llevar a cabo su ministerio, el obispo, contando con la unión filial de los presbíteros, sus principales colaboradores, ha de asumir e impulsar la participación de los consagrados y de los fieles laicos. Éstos, desde la vivencia de la comunión con Dios y de la comunión fraterna, han de poner los medios para superar el subjetivismo y el individualismo en el ejercicio de la evangelización. De este modo, cada bautizado estará dispuesto a prestar su adhesión cordial a los planes y proyectos pastorales impulsados por el obispo, después de escuchar a todos.
Esta colaboración y adhesión, que lleva consigo actuar de acuerdo con la mente del obispo, además de ser expresión de madurez espiritual, contribuye siempre a edificar la unidad en la comunión, que es indispensable para llevar a cabo la evangelización. Como nos decían recientemente los participantes en el Sínodo de los Obispos, para impulsar la participación de todos los miembros del Pueblo de Dios en la misión evangelizadora de la Iglesia, es preciso que todos permanezcamos atentos a la voz del Espíritu Santo y que escuchemos a los hermanos para caminar juntos y aprender unos de otros.
Con mi bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, Obispo administrador apostólico de Sigüenza-Guadalajara
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